La selección española demostró su condición de serio aspirante a coronarse campeón mundial, tras imponerse a Islandia, en un encuentro en el que el conjunto español demostró haber llegado al torneo en plena madurez.

Una solidez que le permitió superar su dubitativo arranque de partido, en el que los Hispanos volvieron a verse lastrados por la falta de acierto en el lanzamiento que ya deslució su victoria ante Baréin.

Falta de efectividad que impidió a los españoles aprovechar las tres exclusiones con las que fue castigado en los primeros diez minutos de juego el equipo islandés, que confundió por momentos la intensidad con una innecesaria dureza.

Pero ni aun así dejó de buscar a sus jugadores de segunda línea el equipo español, sabedor de que tarde o temprano los extremos y pivotes demostrarían la efectividad que les ha situado entre los mejores del planeta.

Tal y como no tardó en ocurrir. Y es que en el momento en el que los exteriores españoles, en especial Ferrán Solé, afinaron la puntería, España comenzó a distanciarse en el marcador para llegar al descanso con cinco de ventaja, diferencia que fue incrementando después.