"Siempre lo digo, A Coruña va sobre ruedas", dice Carlos García-Raposo, presidente del Dominicos. Él y Kiko Alabart, este en representación del Compañía de María, viajan hoy a Barcelona, donde sus clubes recibirán la Medalla de Mérito de la Federación Española. Un premio a la trayectoria. Un reconocimiento al trabajo, en especial con la cantera, del que no se pueden sentir más orgullosos. La base es lo primero porque nunca se olvidan que son colegios y están para enseñar, formar y educar. Aunque no renuncian a más. Mimbres hay, sobre todo de calidad. Los suyos son patios con denominación de origen porque allí se han formado hasta campeones del mundo, como el caso de los hermanos Avecilla en Dominicos y de Ignacio Alabart en el de Compañía. "Pero el salto tiene que ser de forma natural y no forzado", matiza su padre, que insiste en la necesidad de colaborar para construir unos cimientos desde la base porque falta la cantidad.

Los de la Ciudad Vieja ya llevan más de 50 años intentándolo e incluso llegando a lo más alto, como cuando ganaron la Copa del Rey. "Este año dicen que tenemos una oportunidad de volver a la elite. A ver si la aprovechamos y después si económicamente no podemos, pues nada", señala García-Raposo. En la actualidad, cuentan con 16 equipos. En Compañía llegan a 19. Dos viveros de los que se nutren muchas plantillas de categoría nacional. "Hay jugadores que ya no están con nosotros, pero como si lo estuvieran. Nuestra filosofía es formarlos y si después no les podemos ofrecer la posibilidad de dar ese segundo paso, que se la den otros", apunta Alabart, que reconoce que un equipo formado por exintegrantes del Compañía podría competir arriba sin complejos.

Ambos se aprovechan de las ventajas que supone estar en un colegio como disponer de pista propia y de una enorme masa social. Y aunque son rivales sobre la pista —en partidos sénior de los últimos años hubo más que chispas—, ninguno está obsesionado con ascender, por más que eso suponga la posibilidad de ofrecer una salida a la cantera para que no se tenga que marchar. "En lo que trabajamos es en mejorar, en ordenar mejor el club, formar a los entrenadores... y si después viene la posibilidad, ya veremos si la podemos afrontar", dice Alabart. El problema económico siempre está ahí. "Como para todos los clubes modestos. Creo que el Estado tendría que hacer una reestructuración de la financiación de las empresas para motivar a que se impliquen con el deporte", reflexiona García-Raposo. Quizás, la clave esté en la unión. "A Coruña es un lugar de hockey y de grandes oportunidades. Si somos capaces de seguir trabajando, de colaborar más entre todos los clubes y estamentos, se puede formar un cluster que podría hacer competencia a cualquier sitio del mundo", sentencia Alabart.