Siempre se dice que para ganarle al Barça hay que minimizar los errores en defensa y aprovechar las oportunidades en ataque. ¿Pero qué se puede hacer cuando el que cumple el guion es el propio Barça? Poco. Bastante aguantó el Liceo, valiente como es habitual en él pero poco resolutivo en los metros finales y con ciertos fallos puntuales pero fatales, ante un equipo casi perfecto, que era una roca en defensa, con una presión tan arriba que no dejaba pensar a los coruñeses, y letal en ataque, en especial a la contra. Lo hizo hasta el minuto 40, cuando Sergi Miras, que había abierto el marcador a los treinta segundos, anotó de penalti el 3-2 que le daba opciones para la recta final. Incluso hasta el 44, cuando llegó el cuarto del conjunto azulgrana, que además estaba más fresco por su mayor profundidad de banquillo. Una desventaja evidente y agrandada por la lesión de Eduard Lamas, que prácticamente no pudo jugar en la segunda parte por una sobrecarga muscular. Los dos goles finales de los locales aumentaron el resultado hasta un 6-2 que no refleja la verdadera diferencia entre ambos.

Lo que también crece es la distancia en la clasificación de la OK Liga. El Barça ata medio o tres cuartos de título pese a que solo acaba de empezar la segunda vuelta con los 7 puntos sobre los verdiblancos. Y al Liceo, en cambio, se le agotan las opciones tanto en Europa, en donde pende de un hilo y necesita casi un milagro, como en la competición doméstica, por lo que se agarra a la Copa del Rey, que será dentro de un mes en Reus, como su próxima oportunidad real de levantar una copa como ya hizo al inicio de la temporada con la Supercopa de España.

El Liceo sabía que era muy importante el partido. Que se jugaba mucho. Por eso aunque lo normal es que sea el equipo de casa el que salga en modo avión de combate, fue el coruñés el que pilló por sorpresa al Barça con un inicio en tromba. Sergi Miras no tardó ni treinta segundos en marcar en una jugada personal en la que se llevó a toda la defensa y descolocó a Sergi Fernández. Por ocasiones, pudo no haber sido el único gol. Festival táctico ofensivo en el comienzo de partido. Los bloqueos dejaban solos a los delanteros, que a su vez arrastraban a los defensas para que sus compañeros tuvieran un pasillo hasta el portero azulgrana. Los locales solo se acercaron con un disparo lejano de Pau Bargalló. Pero el Barça es el Barça por algo. En la primera bola perdida en el centro de la cancha, João Rodrigues se fue solo y no perdonó.

Lo cambió todo. El Liceo se atrancó. Cuando empezaron las rotaciones, sin Sergi Miras, era otro. A los verdiblancos les costaba superar la presión tan arriba del Barça, que subía hasta casi el ecuador de la pista a esperar a sus jugadores. Hubo muchos minutos que el conjunto coruñés movió y movió la bola, pero sobre el círculo central o incluso ya en cancha propia. Muy lejos de donde hacía daño. Y no siempre conseguía conectar con los de arriba, perdiendo la bola demasiado deprisa. Pocas veces consiguió superar a la defensa culé, pero lo hizo con peligro, sobre todo una contra en la que Carlo di Benedetto, en vez de tirar, se giró para buscar a Eduard Lamas, danto tiempo a llegar a Pau Bargalló. Mucho más medido fue el pase de Marc Gual a Rodrigues. Diagonal perfecta para que el portugués hiciera el segundo y aún tuvo la oportunidad de firmar el triplete antes del descanso con un penalti sobre la bocina señalado por patín de Eduard Lamas y que detuvo Xavi Malián.

La segunda parte estaba abierta, por lo menos hasta que Gual marcó el tercero a los cinco minutos. Se repitió la jugada del segundo, pero cambiando los protagonistas. Asistencia de Bargalló. remate de Gual. El Barça estaba siendo letal, todo lo contrario que el Liceo, que perdonó en exceso. Di Benedetto ha perdido ese toque mágico de la primera vuelta. Y el equipo de A Coruña echa de menos sus goles. No fue el único que rindió por debajo de las expectativas. Muy sintomático fue que Juan Copa optara por dejar a Facundo Bridge en pista prácticamente toda la segunda parte. Él fue el que forzó el penalti, con un autopase ante el que Matías Pascual metió el patín como única forma para frenarlo, que después Sergi Miras convirtió en el 3-2. Los verdiblancos se vinieron arriba. Sus caras lo decían y cómo se animaban entre ellos, también con algún tímido "¡Liceo, Liceo!" en la grada. Quedaban diez minutos. Y fueron los que le sobraron.

Les duró solo cuatro la euforia, los que tardó Bargalló en fulminar con una contra tras un robo de Nil Roca a media pista. El Liceo quedó fundido. El bajón hizo que se empezara a notar todo el cansancio acumulado por jugar con varias rotaciones menos, porque además Eduard Lamas no pudo salir casi nada tras el descanso. Una azul a David Torres encima les dejó en inferioridad. Aunque Bargalló falló la directa, el Barça dispuso de otra tras la décima falta verdiblanca que, esta vez sí, convirtió Pablo Álvarez. El delantero argentino sentenció con el sexto, a la contra. 6-2. Un resultado excesivo.