Atlético y Madrid no solo compiten esta tarde de forma directa por la segunda plaza, sino por muchísimo más, por creer que la Liga aún es posible, por doblegar a un adversario directo y por la carga pasional y emocional de un derbi vibrante, tan esencial como inquietante para ambos oponentes.

Es un duelo a presión. No hay margen de error. No lo admite la distancia que les separa del liderato del Barcelona, seis puntos en el caso rojiblanco y ocho en el blanco. Ganar o perder. No existen ni términos medios ni excusas. El empate es también una derrota, una invitación al bloque azulgrana para que acelere hacia el título.

El aliciente es la Liga. La circunstancia añadida es la segunda posición, ahora del Atlético, dos puntos por encima del Madrid, antes del duelo en el Wanda Metropolitano, que comprueba quién está preparado para reabrir el debate, si es posible, por el campeonato. Y sólo hay una certeza: el perdedor ya no tendrá ningún argumento.