A Irene Blanco le costó conciliar el sueño el viernes después de proclamarse triple campeona del mundo sub 17. Y ayer se levantó con el móvil colapsado por las felicitaciones y ánimos. "No puedo con la emoción", admite todavía desde Las Vegas. "Le debo todo a mi familia y a mi entrenador", añade. Todavía se le nota emocionada en la voz. No esconde que para ella 2018 fue un año "muy duro" y ahora empieza a mirar hacia adelante. Fue precisamente lo que se le pasó por la cabeza cuando, subida a lo más alto del podio, escuchaba sonar el himno español. "Fue muy duro. Ya no solo eran las molestias en la rodilla, era todo lo que estas no me dejaron alcanzar y que yo quería haber hecho. 2019 me lo está devolviendo", asegura esta coruñesa que desde hace un par de años está destinada a ir rompiendo todas las barreras. Es la primera española con un título mundial juvenil. Ni la campeonísima Lydia Valentín, con oros continentales, mundiales y olímpicos, consiguió lo que Irene Blanco, que hasta el viernes tenía en una plata europea su tope en la categoría.

Blanco, una de las muchas perlas forjadas en la cantera del Club Halterofilia Coruña pero que desde hace dos años entrena en la Residencia Blume madrileña, ganó las tres medallas de oro de la competición en más de 81 kilos de peso corporal. Pero a pesar de la aparente facilidad con la que se impuso al resto de sus rivales, cree que estuvo todo "muy reñido" hasta el final. La estrategia fue clave. Al contrario de lo que se puede pensar, no solo es llegar allí, levantar el peso y terminar. Cada competidor solo puede hacer tres intentos en cada una de las dos modalidades, arrancada y dos tiempos. Y hay que pensar mucho qué pesos se eligen en función también de lo que escoja el resto.

A ella, además, le supuso un estrés añadido y un handicap el hecho de haber fallado en su primer intento de la competición, en 86 kilos. "Me puse muy nerviosa. Fallé 86 dentro, después fuera otra vez... y me la jugué en el último con 91 porque era un peso en el que entrenando me sentía muy cómoda. Lo conseguí, sabía que era oro y por eso se notó que sonreí porque me pue muy conenta", analiza. Tuvo que volver a entrar en modo competición porque en dos tiempos sería mucho más complicado. "Estaban todas muy fuertes. Suelo empezar en 100 o 102 y lo hice en 108, que era un poco justo porque me siento más cómoda en 105, pero fue para obligar a las demás a subir. Y me salió bien porque ellas fallaron, yo levanté 112 y aún tuve un último intento en 115", concluye. Se despidió con fallo, pero por poco. "Los jueces notaron un error, pero no reclamé ni nada porque ya era campeona del mundo", dice. Un sueño hecho realidad.