Cuando, el pasado domingo, en el estadio Wanda-Metropolitano de Madrid, se batió el record de asistencia a un partido de fútbol femenino con 70.000 espectadores (jugaban en Atlético de Madrid y el Barcelona), alguien debería haberse acordado de Irene González Basanta, considerada la primera mujer futbolista de España y, como diría Anaír Rodríguez en su libro Pioneiras (Edicións Xerais), una de las gallegas que "abriron camiño". Bueno, en realidad, Irene no solo abrió camino a las mujeres futbolistas en España sino, que se sepa, y tal vez con permiso de alguna que otra inglesa cuyo nombre, de existir, confesamos desconocer, probablemente en el mundo.

Portera y jugadora de campo, capitana de un equipo cuyo resto de componentes eran hombres, fue incluso presidenta-fundadora y lanzadora titular de los penaltys de un club que llevaba su nombre, el Irene F.C. Las escasas fotos que se conservan de Irene, y de su historia personal, pueden apreciarse en la exposición "Valor e mestría. Galicia como fútbol" que, comisariada por Rubén Ventureia, permanece abierta en la Cidade da Cultura-Gaiás. Allí se muestra la foto, que incluimos en esta página, en la que se ve a González ataviada de portera en el estadio de Riazor, con la particularidad de que la camiseta que luce era un regalo del mismísimo Ricardo Zamora, guardameta mítico de la historia del fútbol español y toda una celebridad de la época, quien, por cierto, entrenó al Real Club Celta varias temporadas en distintas etapas. De Zamora, Irene copió la costumbre de colocar un muñeco futbolista en el fondo de la portería para que le diese suerte, según relata Carlos Freire Cordeiro en Todo sobre o fútbol galego (Xerais) en el que el autor hace todo un elogio de las cualidades de esta pionera como guardameta: "Atrapaba con seguridad los balones altos y siempre se mostraba decidida en las salidas a los pies".

Todo esto ocurría en la Galicia de los años veinte del siglo pasado, aunque, hasta hace relativamente muy poco tiempo, la gesta de Irene y su nombre habían quedado en el olvido más miserable, a pesar de la masiva popularidad que alcanzó en su época.

Nació Irene González Basanta el 26 de marzo de 1909 en A Coruña, debutando como delantero centro en el quipo infantil Racing Athletic, si bien jugó primero en el Orillamar, siempre rodeada de hombres, los de sus huestes y los rivales, y más tarde formó su propio equipo, el Irene F. C., que estaba federado. Sus exhibiciones, habitualmente en los campos de A Estrada y Fortaleza, en Santa Margarida, solían congregar a numeroso público, que la consideraba un mito.

Por supuesto, nada le fue fácil a Basanta, empezando por la procedencia humilde de su familia, la radical, por no decir extrema, desaprobación de su padre, que intentó sacarla a la fuerza del campo en varias ocasiones, y los comentarios despectivos de una parte del público masculino que acudía a los partidos en los que ella jugaba.Pero eso no arredró, ni mucho menos, a la convencida Irene, que con el dinero que obtenía de los partidos contribuía a la paupérrima economía de su casa.

El también periodista Óscar Losada quiso rescatar su memoria hace una década con el cortometraje "Irene, a porteira", pero se encontró ante un vacío inexplicable. Ni una referencia, ni una fotografía del equipo... Nada. Y ya casi no quedaba nadie que la hubiera visto jugar.

Vivía aún el legendario deportivista Rodrigo Vizoso (1909-2009), gran admirador de Irene, "que encarnaba la pasión por el fútbol", decía. Recordaba que a menudo Irene iba a verlo jugar y se colocaba detrás de su portería para animarlo con gestos y gritos de entusiasmo.

"El de Irene es un caso insólito, marciano. Es el primero en el mundo de una mujer que funda un club de fútbol, y con hombres", declara Losada.

Su popularidad fue tal que hasta le dedicaron un apropósito: "Mamá/futbolista quiero ser para jugar como Irene/ que juega muy bien. Mamá/ cuando sea mayor/ ganaré mucho dinero/ jugando al fútbol".

Una tuberculosis la retiró en 1928. Se organizó un partido a fin de recaudar fondos para ayudarla; en ella destacó un artículo de prensa en el que todavía podemos leer: "Nuevamente hay que llamar a los buenos sentimientos de los favorecedores de la desgraciada Irene, la exguardameta del equipo de su nombre, a fin de que no la olviden y le lleven algo de socorro. Con el importe recaudado se recuperó toda la ropa que tenía empeñada, se arregló su cama, con colchón y todo, del que antes carecía; se pagaron varios meses de alquiler que adeudaba y se atendió, naturalmente, a su alimentación y medicación. Pero aquello se evaporó y la enferma sigue sin levantarse de la cama y le falta todo lo indispensable". Murió poco después, el 19 de abril de 1928, cuando solo contaba con 19 años de edad.