Pase lo que pase, el Maristas no quiere perder la sonrisa. No lo ha hecho en toda la temporada, por más duros que fueran los golpes. Porque sea cual sea el desenlace ha sido un año histórico, el mejor de su trayectoria, con su presencia por primera vez en la Liga 2, la elite del baloncesto femenino nacional. El sábado, contra el Barça (19.00 horas), jugará el último partido del curso en casa, ante su público. Y quiere que sea una despedida por todo lo alto. Puede que el adiós sea también de categoría, porque el equipo necesita casi un milagro en las dos jornadas que quedan. Ganar los dos encuentros y que el Inmobiliaria Víctor Antuña pierda los dos suyos. Pero el encuentro tiene que ser una celebración. Por eso pide a toda la afición que acuda vestida de rojo, el color del equipo. La entrada, como durante toda la temporada, será gratuita. Una forma de incentivar que la mayor cantidad de público posible se acerque al pabellón colegial y aplauda a unas jugadoras que lo han dado todo.

El equipo partía con mucha desventaja. Podía estar desahuciado a mitad de curso. En una categoría profesional, todos los rivales contaban con un par de jugadoras extranjeras decisivas. Y, sobre todo, de muchos centímetros. El Maristas apostó por las de casa, por aquellas que habían luchado sobre la pista para convertirse en un referente de Primera y lograr el ansiado ascenso. Solo con los refuerzos de la paraguaya Claudia Aponte, que además se marchó, y la finlandesa Anissa Pounds, la plantilla encima ha tenido que ir recomponiéndose por continuas bajas por lesión y otros compromisos de las jugadoras que incluso le dejaron sin pívots en las últimas jornadas. Y, sin embargo, ha dado la cara. Con dignidad. Levantándose y volviendo al ring. Cinco victorias. Renunciando al KO. Y posibilidades de permanencia hasta el final.