Carlos Arévalo (A Coruña, 1993) fue el gran protagonista del selectivo que tuvo lugar hasta ayer en Trasona (Asturias). Tenía mucha presión encima porque o ganaba o no entraría en el equipo nacional para competiciones internacionales. Pero lo hizo, incluso por delante del vigente campeón del mundo, Carlos Garrote, y en la Copa del Mundo de Duisburgo se jugará con él una plaza en el Europeo y en el Mundial en la prueba de K1 200 metros.

¿Las sensaciones en el selectivo han sido insuperables?

Geniales. El 200 salió perfecto, no podía salir mejor. Acabé bastante cansado, sobre todo psicológicamente de toda la presión a la que estaba sometido. Era a cara de perro. O ganar o quedarme fuera. Y en el 350 hice unas semifinales muy buenas, pasé primero. Y hoy por la mañana en la final quedé segundo, me ganó Pelayo Roza. Era una final de muchísimo nivel. También fue buena la carrera, pero un poco peor que la de semifinales, que ya estaba un poco más machacado de toda la semana. Para mí ha sido el mejor selectivo de mi vida. Nunca me había salido tan bien, nunca me había encontrado tan bien de forma y tan bien en el agua.

¿Sale reforzado?

Cada día lo tengo más claro y más ganas. Con las sensaciones que he tenido, me voy a poner a entrenar otra vez al 110%.

¿Ahora es Carlos Arévalo el rival a batir?

No me puedo fiar. El nivel es altísimo. En 200 una palada al dada significa perder. Lo que hay que conseguir es hacer la carrera perfecta el día D y la hora H.

¿Es duro tener que estar luchando siempre contra campeones olímpicos y del mundo?

En España ya lo sabemos, nos la jugamos siempre así. En la final había campeones olímpicos, campeones del mundo, campeones de Europa... de todo. El nivel en España es una burrada. Eso crea mucha presión pero así cuando sales fuera ves que andas y ya se te pasa todo.

¿Cómo se lleva esa presión?

Bueno... para este selectivo, desde la última concentración que habíamos tenido en Sevilla adelgacé seis kilos por culpa de la presión. Pesaba 92 y llegué al selectivo con 86. La presión te come, te deja hecho polvo. Si la sabes controlar, los nervios son buenos porque es lo que te activa.

Garrote le ganó el año pasado por poco y después se proclamó campeón del mundo. ¿Le queda la sensación de que ese oro también podría haber sido para usted?

Sí, podía decirlo y pensarlo, que si fuera yo también podría haberlo conseguido. Pero no estaba. Hay que estar ahí para lucharlo, es la única verdad.

¿Entrena también con él?

Garrote está en el grupo de Madrid y este año prácticamente no hemos coincidido nada. Pero tengo aquí buenos para entrenar, como Saúl Craviotto.Ya me llega.

¿Es difícil no llevar la rivalidad al terreno personal?

A veces es complicado, pero no puedes chocar contra alguien con quien convives, sería un sinvivir. No hablarías con nadie, estarías a golpes con todo el mundo... hay que separarlo.

Ha hecho muchos cambios en su vida. Trabaja en el Ejército, entrena, compite... ¿atribuye a algo su mejoría?

He ido cambiando mucho la mentalidad en estos últimos años. Llevar algún golpe duro, como quedarte a las puertas y sin nada, te ayuda a espabilar y trabajar más. Mi forma de vida cambió totalmente. Me fui a vivir solo a Gijón y estoy más centrado. A la hora de los entrenamientos me fijo más en todo. Es un punto más de madurez que adquirí tras ver cómo son las cosas cuando te quedas fueras un año. Pasas de estar genial a no tener nada... y te dices que hay que trabajar en serio. Llevo una forma de vida más enfocada en lo que estoy haciendo. Pero también desconecto mucho más cuando ya no estoy en la piragua. Ahora acabo de entrenar, me voy para casa y desconecto completamente. Como mucho quedo con (Rodrigo) Germade para tomar una caña por Gijón. Es lo que más noto.

Y cachopos, que vaya fotos que sube al Instagram.

Culinariamente no me corto (se ríe). Pero solo subo a las redes cuando como mal. No me gusta subir las comidas fit. Solo hago postureo con cachopos y tortillas.

Tortilla, la de Betanzos.

Claro, claro. Ahora voy para ahí. Hago las maletas y me marcho a desconectar.