Dos testarazos de Karim Benzema, en el papel de 9 que tanto se le demandó desde su llegada al Madrid, propiciaron la remontada del equipo blanco ante el Eibar (¡) en una tarde desapacible en el Santiago Bernabéu, con dos caras del conjunto de Zinedine Zidane, dominado y silbado en el primer acto antes de rescatar el orgullo.

Da igual por lo que apueste Zidane en su casting, el Madrid de fin de ciclo no tiene solución. Es un equipo triste, sin rumbo, al que el final del campeonato se le hará eterno. En el fracaso aparecen las exigencias y no el bonito recuerdo de todo lo conseguido. El respeto por el que fue leyenda se pierde y los jugadores quedan señalados por su afición. Ayer lavaron la cara por los dos goles de Benzema. Y poco más ofrecieron a sus seguidores,