El deporte femenino no es una moda. Algo pasajero y efímero. Esto solo es el comienzo. El inicio de la conquista de un espacio que naturalmente es suyo. Ellas ponen el esfuerzo, el compromiso, la profesionalidad pese a la escasez de recursos y medios. Y ellas protagonizan los éxitos. No hay que ir muy lejos. En A Coruña, por ejemplo, la única medalla de oro olímpica pertenece a una mujer, a la regatista Sofía Toro. Y esta misma temporada, la mayoría de las alegrías vienen de la categoría femenina. El CRAT Universidade se proclamó campeón de la División de Honor de rugby, segundo título en sus vitrinas. El Autos Cancela Zalaeta y el Deportivo Abanca también conquistaron sus respectivas categorías, en voleibol y fútbol, y ahora se lanzarán a por el ascenso a la máxima categoría. En la elite, otros tres equipos coruñeses, el Viaxes Amarelle de fútbol sala, el Cambre de sóftbol y el Deportivo Liceo de hockey sobre patines, los tres en la lucha por la permanencia, con más o menos probabilidades. Y a veces no solo eso es lo que cuenta, como demostró el Maristas. Descendió tras su primer año en la Liga 2 de baloncesto, pero a su regreso a Alvedro le estaba esperando una comitiva del club para agradecer a las jugadoras su esfuerzo y dejarles claro que el sueño continúa. También tiene que ser el mensaje. No solo la gloria. Los valores por encima de los resultados. Y en eso el Maristas es campeón.Además de los equipos de la ciudad, también hay jugadoras brillando fuera, como puede ser el caso de Helia González, considerada la mejor jugadora nacional de voleibol, Patri Suárez y Lydia Carballo; de Lucía Gómez en el Burela y campeona de Europa de fútbol sala; de María Sanjurjo, que levantó la Copa de la Reina de hockey sobre patines con el Telecable Gijón... Y no solo a nivel colectivo. En deportes individuales hay un futuro prometedor de la mano de una serie de jóvenes promesas lideradas por la campeona del mundo sub 17 de halterofilia, Irene Blanco, en el que destacan otros nombres como los de Paula Iglesias (atletismo), Elisa Martínez (esgrima), Paula Otero (natación), Nadia Iglesias (patinaje artístico) o Iria Jarama (remo).Es el fruto de un trabajo hecho desde la igualdad. Se han dado muchos pasos, pero todavía quedan más. Y como no es cosa de un día ni, como ya he dicho, una moda pasajera, ahora la pelota está en otros tejados. Ellas ya no pueden hacer más. Somos otros los que tenemos que estar a la altura. No dejarlas caer en el olvido. Medios de comunicación, otorgándoles el espacio y las menciones que merecen. Ni más ni menos. Instituciones, dándoles el último empujón y atendiendo a sus necesidades. Federaciones, con el impulso de las competiciones femeninas y un trato no diferencial. El sector privado, porque los patrocinios todavía escaquean y los que hay, se los llevan casi en exclusiva los equipos masculinos. Los propios clubes. Es inadmisible que a igualdad de condiciones, los hombres cobren por su trabajo y las mujeres no. Y eso todavía pasa. Y, por último, el público. Este ya nos ha dado ejemplos de lo que es capaz, como con el lleno absoluto en el Wanda Metropolitano para ver un partido entre el Atlético de féminas y el Barcelona. En esto todavía estamos a años luz de otros países. Este fin de semana, el Palacio de los Deportes de Riazor acogió la Copa Galicia de fútbol sala con algunos de los mejores equipos de España. Y estaban solas.