Zach Monaghan roba la pelota y se va a canasta. Machaca. El Leyma se pone 78-57. 21 puntos arriba sobre el Huesca. Y quedan poco más de siete minutos. ¿Algún supersticioso en la sala? Dos semanas antes también dominaba, justo por esa cifra y justo con ese tiempo por jugar, al Castellón. Y por increíble que parezca, se escapó la victoria. Aranzana decía que había una deuda con la afición, de la que el equipo se despedía en su último encuentro en casa de la temporada. No hay mejor forma de saldarla. Un buen partido, equilibrado y serio, triunfo y un lavado de cara, en la que por fin podía campar a sus anchas la ansiada sonrisa.

Pero daba miedo hasta ponerse a escribir por más que el partido estuviera controlado. El Huesca, con poco, hacía daño. Anotaba fácil cuando entraban los pívots en la zona, solos. Hacía transiciones rápidas. Fallaba, sin embargo, muchos tiros. Y los naranjas estaban haciendo también cosas bien. Circulación de balón, selección de tiro, rebote y balance entre juego interior y exterior. Fueron Baru y Uchendu los que fueron ganando la batalla desde la pintura, lo mismo que Serrano cuando entró. Sin abusar de los triples (entraron dos, de Xavier y Bulic, se intentaron 4). Mucha aportación coral. Dos arriba al final del primer cuarto (26-24).

La ventaja creció en el segundo acto. El Huesca seguía sin estar acertado en el tiro y el Leyma sacó provecho con un juego muy efectivo. Ante todo, ordenado. Sin locuras. Sin perder la cabeza. Sin ponerse nervioso. Recordó a aquel Leyma que después de su racha de derrotas encadenó otra triunfal en la que hizo soñar con el play off. 50-36 al descanso.

El Huesca amenazó con despertar a la vuelta de vestuarios. Anotó su primer triple, pero fue solo un espejismo. La ventaja no peligró, siempre por encima de la barrera de los diez puntos.Bulic y Sabin afinaron la puntería y empezaron a fusilar de tres puntos. Sus puntos ayudaban a agrandar una brecha (71-55) que solo Nurger y Gjuroski, bajo tableros, hacían peligrar. Seguían anotando muy fácil.

Le respondía Bulic. No solo con puntos, también con asistencias. Y llegó la canasta de Monaghan para los 21 puntos de distancia. Eso es quitarse una espina. La ventaja incluso subió a los 25 tras un triple de Sabin (82-59). Ya no se podía escapar. El Leyma bajó el ritmo, prácticamente no defendió en las últimas jugadas, le bastó con alargar sus posesiones. Y esperar que llegara el final. El Palacio se despidió feliz. Y el equipo dirá adiós a una atípica temporada la próxima semana en la pista del descendido Araberri.