La afición es uno de los pilares del Leyma Coruña. Esta temporada más que nunca el equipo necesitó su aliento desde la grada cuando los resultados no acompañaban. Nadie se bajó del barco. Todos remaron conjuntamente en la misma dirección, sin dejar de apoyar, para llegar a la meta. Se consiguió una, la de la permanencia, pero no alcanzar el play off, como en los últimos años. Los que nunca fallaron fueron ellos, los fieles que incluso en algunos partidos estuvieron a punto de colgar el cartel de no hay billetes en el Palacio de los Deportes de Riazor. Así que ayer, en el mismo escenario, los protagonistas tenían que ser ellos. Y los jugadores, entre los que se encontraba el recién operado Quinton Stephens, y todo el cuerpo técnico, agradecidos, se esmeraron en firmar autógrafos y sacarse fotos con todos aquellos que se acercaron hasta el recinto coruñés para la tradicional fiesta de despedida naranja, en esta ocasión también para decir adiós a Gustavo Aranzana, que minutos antes se había hecho público que no continuará al frente del equipo.

No faltaron algunos de los aficionados más ilustres, como Berrallouco, sin su reconocido gorro de mago, pero sin olvidarse del megáfono con el que organiza todo. Desde la recogida de tapones a la entra del pabellón con fines solidarios hasta la animación de los partidos, cuando le roba el micrófono por unos minutos al speaker Sergio Tomé. Incluso una foto para la prensa. Si Berrallouco manda, todas le siguen. Estaban también representantes del Tsunami Naranja y su aliado el Nordés Naranja. Muchos niños y niñas de la cantera, la joya de la corona de la casa. Y también mayores, Al que no se le vio fue a uno de los preferidos de la afición, la sempiterna mascota Leymito.

Risas y lágrimas

Dos de los protagonistas inesperados fueron los hijos de Charlie Uzal, dos bebés que pasaron de regazo en regazo, aunque con diferente simpatía por los que les sostenían en brazos. La foto de grupo uno se la sacó en los de su padre, feliz, mientras el otro lloraba sin parar en lo de un Zach Monaghan que se esforzaba, sin éxito, en intentar consolar al pequeño, que incluso cuando fue liberado seguía sin mucho aprecio por el base estadounidense. Anécdotas aparte, las caras de los presentes eran de felicidad e ilusión. Gestos con los que seguir alentando el sueño de un equipo coruñés en la ACB. Pero ahora toca la despedida a unos y a otros, un hasta luego, por lo menos hasta que pase el verano.