Cuarenta y ocho minutos con la emoción contenida -aunque ya se pudieron ver lágrimas incluso antes de que los árbitros señalasen el inicio del partido- que se desató cuando a falta de 1:25 para la conclusión, Juan Copa llamó a Xavi Malián para que abandonara la pista. El público que ayer se acercó al Palacio de los Deportes de Riazor, casi un millar de personas, se puso de pie, empezó a aplaudir y no paró durante más de tres minutos. El portero saludó a la grada y se señaló el corazón y el escudo. Uno a uno, fueron desfilando al banquillo el resto de sus compañeros que ayer decían adiós. El coruñés Eduard Lamas, el francés Carlo di Benedetto y el catalán Sergi Miras. Todos entre aplausos. Solo faltó Marc Coy que, sancionado, pero con patines, vio el partido desde la grada acompañado por el portero lesionado Martín Rodríguez. Más bien, a pie de pista, donde los niños empezaron a asaltarse para pedirle autógrafos. De hecho, cuando terminó el encuentro tuvieron que esperarle para que acabara con los más pequeños para acercarse a la piña que los jugadores verdiblancos estaban formando en el centro de la cancha.

Fue el inicio de los actos de homenaje. Llegaron los directivos, con el presidente Daniel Echevarría a la cabeza seguido por Emilio Fernández, José Luis Huelves, Willy Duarte y Cristina Fernández. Cada uno de ellos le hizo entrega a cada uno de los que se despedían de un obsequio, un marco con una silueta de la ciudad de A Coruña. Y juntos se sacaron una foto de recuerdo en la que se coló, en brazos de su orgulloso papá, la hija de dos semanas de Malián.

Después, el protagonismo fue sobre todo para los más pequeños, que salieron a la pista para sacarse fotos, pedir autógrafos y darle el último abrazo a sus ídolos. Una despedida por la puerta grande, algo que los aficionados verdiblancos habían echado de menos en las anteriores temporadas, cuando no había ningún acto oficial del club. Se marchó Jordi BargallóJordi Bargalló. Se marchó Toni Pérez. Incluso Carlos Gil dijo adiós en la más absoluta de las sombras. Nunca es tarde para cambiar. Fin de un ciclo -aún falta un partido-. El Liceo siempre se reconstruye. A por el siguiente.