"Fui muy feliz y no me arrepiento de nada. Tuve más éxitos de los que jamás hubiese imaginado", dice con una enorme sonrisa. "Y ahora también soy feliz, hay vida más allá", añade. Ya puede decirlo, orgullosa. Porque la adaptación al día a día después de la etapa como deportista profesional no fue nada fácil en el caso de Estefanía Hernández (A Coruña, 1985). La taekwondista es por derecho propio una de las mejores de la historia del deporte coruñés: campeona de Europa y de la Universiada, bronce mundial y plata en el Mundial Universitario, solo se le resistieron los Juegos Olímpicos. Si no amplió más su palmarés fue por culpa de las lesiones. Hasta seis veces pasó por el quirófano, cuatro por la rodilla y dos por el tobillo. "La última llevaba solo tres semanas entrenando desde la anterior cuando en un combate suave le dije a mi entrenadora: 'Me he roto el cruzado'. Y efectivamente", recuerda. Su cuerpo le dijo basta y condenándola una retirada antes de tiempo que la dejó descolocada, de vuelta en casa, sin horarios pautados al milímetro, sin trabajo y sin saber muy bien qué hacer. Siguió estudiando. A su licenciatura en Educación Social añadió un ciclo de Administración y Finanzas, un máster de Recursos Humanos y otro de Educación Inclusiva. Encontró trabajo en Nike. Y le salvó el running, en el que incluso gana carreras populares, como el reciente Campeonato Gallego de medio maratón, en el que fue la primera clasificada en la categoría sénior. "Realmente cuando gano es porque las buenas no están", bromea.

Como dice, fue, es y será siempre deportista. Aunque no le guste a los médicos. "Me dijeron que tenía que dejar el taekwondo, pero yo quise seguir", explica. "Después de la última operación me aconsejaron que tampoco corriese por el desgaste que suponía para mis rodillas", recuerda. Y al principio les hizo caso. Hasta que su salud mental pesó más que la física. "Era hacer algo o volverme loca", reconoce. Así que empezó a trotar por la playa de Bastiagueiro, por donde se cruzaba habitualmente con Mar Barcón. La exconcejala socialista le invitó a unirse a la Mochila del Deporte, un proyecto de las entrenadoras Elena, Madó y Yolanda González destinado sobre todo a mujeres y con el único objetivo de disfrutar con la práctica deportiva. "En realidad hay tres hombres y uno es mi padre, de 72 años, y él sí que es campeón gallego de todo", precisa.

El matiz no competitivo era uno de los requisitos que ella pedía. Cree que esa etapa de su vida ya quedó atrás. "Yo quería un club de running que no se preocupara por los resultados, ni por los cronómetros ni por mandarte a competir. Solo pasar un buen rato con un grupo de gente e ir a carreras cuando me apetezca. No quiero ningún tipo de presión. Mar (Barcón) me habló de este grupo y estoy súper contenta", cuenta. "Somos un grupo muy compacto y nos ayudamos mutuamente. Muchas de las mujeres no corrían absolutamente nada, otras pasaron por problemas personales complicados. Y están ahí para pasar un buen rato haciendo deporte y olvidarse de todo", continúa, a la vez que invita a todas las que quieran a unirse a las quedadas de los martes en el paseo de O Burgo.

Su problema, piensa, puede que haya quien no lo entienda. Pero el quedarse de un día para otro sin la que era su vida supuso un enorme shock. "Fue el peor momento de mi vida", no duda en calificar su retirada. "Era un vacío enorme, no veía la luz al final del túnel". Hernández asegura que como deportista vivía en una burbuja en forma de rutina: entrenamiento, desayuno, entrenamiento, comida, entrenamiento, cena. Y así un día tras otro. Todo estaba planificado. También los viajes de una competición a otra. Y, cuando se apagan los focos, "nadie se preocupa por ti". Planean sobre la conversación nombres como los de Yago Lamela o Jesús Rollán, para los que ese peso fue insoportable.

El Consejo Superior de Deportes puso en marcha un sistema de tutelaje. "No es la ayuda que necesitas. Que desde Madrid te manden un correo electrónico no sirve de mucho. Necesitas pautas para salir de tu bucle y al final tienes que hacerlo solo. Es un comienzo, pero hay mucho que mejorar", analiza. Y otro gran problema es la búsqueda de trabajo. "No es fácil acceder al mercado laboral porque no tienes experiencia", asegura. Ella finalmente consiguió el apoyo de Nike. "Como deportistas aportamos a las empresas aptitudes que otras personas no tienen, pero no nos dan la oportunidad. Les imploraría que nos la den porque tenemos muchas ganas de adentrarnos en el mundo laboral y demostrar que también valemos ahí", pide. En la empresa deportiva además, puede compaginar su trabajo con su nueva pasión. Pronto irá a Holanda como una de las dos representantes españolas en una carrera de punta a punta del país: "Vas en una furgoneta con los ocho integrantes de tu equipo y cada uno tiene que hacer tres etapas para entre todos cubrir 300 kilómetros".

Se nota que le ilusiona el reto. Ya sin el gusanillo por el taekwondo, que solo ha vuelto a visitar para impartir algunas clases y tecnificaciones. "Tampoco me permito que me entre porque fue muy difícil quitármelo", dice. Su estabilidad le permite mirar hacia atrás sin tanta nostalgia y lo que ve es a la mejor generación gallega. La coruñesa, junto a Rebeca Mariño y Andrea Rica, compitieron en múltiples Europeos y Mundiales, algo de lo que culpa directamente a la presidenta de la Federación Merce Barrientos, y al trabajo en el Centro de Tecnificación. "Nos dieron muchísimas oportunidades y supimos aprovecharlas. Ojalá los que vengan nos superen, pero aún les queda trabajo", sentencia. Una carrera plagada de éxitos y toda una vida por delante para sumar otros nuevos.