La historia se ha empeñado en exprimir al máximo una de las rivalidades más legendarias de la historia del deporte entre dos de los más carismáticos ídolos del público, dos formas de entender el tenis y la vida, el suizo Roger Federer y el español Rafael Nadal. Si la lluvia que amenaza París lo permite, a las 13.00 horas arrancará el partido que más desean los aficionados.

Esta vez el destino les ha juntado en París, sobre tierra batida, como un nuevo desafío a su longevidad, a un ocaso que ambos, el helvético de 37 años y el balear de 33, se obstinan en retrasar "sine die" y, a fuerza de desmentir los pronósticos, ya nadie se atreve a ponerles una fecha de caducidad.

Ningún otro duelo despierta tanta pasión en el mundo del tenis y quizá en el deporte en general. Todo les opone, el estilo, el tenis, la personalidad, el origen y el brazo con el que golpean la pelota. El suizo lo ha podido comprobar de primera mano estos días en la capital francesa, que había esquivado durante tres temporadas sin que nadie se lo reproche. Cada entrenamiento, cada partido, cada paso a orillas del Sena ha levantado un jaleo comparable con el que produce una estrella del rock.

A Nadal están más acostumbrados y el español sabe que, en el corazón de los locales, tiene perdido el cara a cara con Federer, por mucho que se empeñe en hablar francés y en ponerle cada año un nuevo ladrillo a su leyenda en Roland Garros. París es de Roger.

En aquel 2005, el gentlemen suizo que ya presumía de cuatro grandes no imaginaba que aquel chaval de 17 con pinta de "guerrero" que le venció en semifinales de Roland Garros iba a ser su peor pesadilla. Pero también, su mayor motivación. Para entonces, sus raquetas se habían cruzado ya dos veces, con un rasguño para cada uno. Pero aquel duelo, 6-3, 4-6, 6-4 y 6-3, que luego Nadal refrendaría con su primera Copa de los Mosqueteros, abrió en dos el mundo del tenis, en una herida todavía no cerrada. Hoy firmarán el capitulo 39, el duodécimo en un Grand Slam en el mismo escenario del primero, la Philippe Chatrier de París, ciudad que ha acogido cinco.

Los dos tienen argumentos para postularse como candidatos. El español solo ha perdido 15 de los 39 duelos, sobre tierra batida solo dos de quince y a cinco sets tres de doce, ninguno de ellos en París. Todos los indicadores a su favor, que respaldan el dominio moral que Nadal ha tenido durante buena parte de su rivalidad con Federer. Pero el suizo no se vino abajo y ha logrado superar ese complejo. En los últimos cuatro años se han medido cinco veces y siempre con triunfo del helvético, en partidos memorables como la final del Abierto de Australia de 2017. Así, hace un lustro, desde la semifinal de Australia de 2014, que Nadal no somete a Federer, ante el que ha encajado seis derrotas consecutivas.