Rafa Nadal se clasificó ayer para su duodécima final de Roland Garros tras derrotar al suizo Roger Federer por 6-3, 6-4 y 6-2, en dos horas y 25 minutos. En unas difíciles condiciones climatológicas, con constantes ráfagas de viento, Nadal, que no ganaba al helvético desde 2014 y ante el que acumulaba cinco derrotas consecutivas, volvió a demostrar su superioridad sobre la tierra batida de París. El balear, que no ha perdido ninguna final en Roland Garros, tratará de levantar su duodécima Copa de los Mosqueteros, aunque tendrá que esperar para conocer el nombre de su rival porque la otra semifinal, Novak Djokovic-Dominic Thiem quedó aplazada a hoy a las 12.00 horas (10.00 GMT) por la lluvia cuando se disputaba el tercer set, con empate a uno y 3-1 a favor del austriaco, que sacará en la reanudación del encuentro..

Nadal iguala a Martina Navratilova en el récord de finales disputadas en un mismo Grand Slam. "Quiero felicitar a Roger, es increíble que con 37 años mantenga este nivel. Probablemente sea el mejor jugador de la historia, siempre es un placer jugar contra él", dijo el balear desde la cancha de una abarrotada pista central de París. A punto de cumplir 38, Federer se quedó sin poder conseguir su nuevo desafío, el de derrotar a Nadal en su torneo, en el que acumulaba cinco derrotas. El día que se cumplían diez años de su único triunfo en el Grand Slam de tierra batida, Federer vio escaparse otra vez el sueño de vencer a su bestia negra.

Planeaba para ello atacar con un tenis más agresivo, subir a la red, obligar al español a defenderse. Pero el plan no surtió efecto. Fue Nadal quien impuso su ritmo, quien volvió a repetir las claves que le hicieron invencible para el suizo en esta superficie, en esta pista. En medio las ráfagas de viento que barrían la tierra batida de la central, Nadal fue un vendaval, cada vez más intenso, hasta el punto que le propino la segunda derrota más abultada de las seis de París. El suizo solo se anotó 9 juegos. Solo en la final de 2008, cuando ganó 4, lo hizo peor.

La tierra batida arremolinada convirtió la central de París en un desierto sobre el que dos titanes intentaban imponer su ritmo. El español se adaptó mejor, domesticó los intentos del suizo por acortar los puntos y le acorraló al fondo de la pista donde su tenis es superior. El número dos del mundo, que con este triunfo se asegura conservar su ranking tras Roland Garros, mandó desde el inicio. Como en lo seis duelos anteriores en esta edición, comenzó ganando por 3-0. Nadal no arrebataba un servicio al suizo desde la final del Open de Australia de 2017. Desde entonces, Federer había encadenado 31 juegos con su saque.

El helvético no claudicó y comenzó mandando por 2-0 en el segundo tras romper el servicio del español. Pero Nadal no tardó en igualar para empatar a 2. En el noveno, con servicio del suizo y 40-0 a favor, el once veces campeón dejó otra prueba de su insistencia. Remontó y se hizo con el saque de un Federer que, en ese momento, perdió la poca fe que le quedaba. El duelo estaba sentenciado. El suizo desesperado perdió incluso los nervios, lo que le valió una advertencia del árbitro.

Solo dos veces le ha ganado a Nadal en esta superficie, y ya debía parecerle imposible hacerlo una tercera. El desafío que se había planteado era más complicado para el suizo, que había regresado con esa meta tras tres ediciones de ausencia y que afrontaba con fe el duelo. Solo ganó dos juegos más, derrotado ante la que se le venía encima, incapaz de responder a los gritos de apoyo del público. Nadal firmó su victoria 92 en Roland Garros, donde ha perdido dos únicas veces, y su triunfo número 24 en el enfrentamiento 39 contra Federer.