La selección española femenina de fútbol mostró al mundo su determinación, su ambición y sus progresos, aun perdiendo por 1-0 ante el combinado de Alemania, en un partido que se jugó en verano y en invierno, unas veces bajo el sol y otras bajo el aguacero.

Omnipresente, como Jenni Hermoso durante el juego, había estado anteriormente Martina Voss-Tecklenburg. Cercana con sus jugadoras en el calentamiento, chocó su mano con la capitana, Alexandra Popp, y se quedó vigilante desde el círculo central. Supervisó desde la corta distancia a sus 22 jugadoras. Eran momentos en los que la seleccionadora alemana debía intervenir con la psicología. Faltaba su estrella y guía, Dzsenifer Marozsan. Alicaída y solitaria, la jugadora del Olympique de Lyon se paró también sobre el césped. Ahí debía brillar la líder futbolística de esta nueva Alemania.

Nunca imaginó Dzseni que le sobrevendría un contratiempo en el torneo que debía terminar de impulsarla hacia el Balón de Oro. Pegada a la banda, sin embargo, fue Marozsan la que marcó el punto de finalización del esprint con el que sus compañeras clausuraron su preparación, aplaudidas por el cuerpo técnico mientras cubrían un último pasillo hacia el vestuario. Parecieron, sin embargo, menos temibles con el pitido inicial.

Aupadas por la remontada ante Sudáfrica, las internacionales españolas dieron el paso adelante que les exigió Jorge Vilda. Todas comparecieron crecidas pero, especialmente, la más chata del lugar: Nahikari García, 1,60 metros de estatura. Su velocidad y verticalidad fueron recursos a explotar por La Roja ante la bicampeona del mundo, igualmente entregada a la emergencia de una nueva generación.

Giulia Gwinn y Sara Däbritz abanderan el remozado estilo germano, con permiso de Alexandra Popp y la eléctrica Svenja Huth. Centró Huth, cabeceó Popp y remachó Däbritz ante la parálisis de Marta Torrejón, a tres minutos del descanso (1-0, min. 42), un tanto que acabó por decidir el encuentro.