Ey, destino! ¡Qué perro eres! Que nos sacudes el alma y nos retuerces las tripas con noticias como esta. La muerte es incómoda. Te pone mal cuerpo con solo mencionarla. Y cuando te roza, no deja consuelo. Sea como sea. Algunas veces tienes tiempo para intentar, ilusa de ti, prepararte para el golpe. Otras, como en el caso de Michael Uchendu, te sorprende cuando menos te lo esperas. "Ucheeeenduuu" (el tono con el que era presentado por el speaker Sergio Tomé) tenía 21 años y sus 208 centímetros estaban llenos de sueños. De futuro. De baloncesto. La vida (no, no voy a mencionar al que supuestamente está ahí arriba que bastante cabreada me tiene) le tenía reservada otros planes. La muerte le esperaba escondida a la vuelta de una esquina. Le sorprendió de vacaciones. Con la guardia bajada. ¿Es que hay un buen momento para eso?No le conocía. Personalmente, me refiero. Solo dentro de la pista. Su lado profesional. En cada partido en casa del Leyma me fijaba en su lucha animal en la pintura. Me llamaba la atención cómo aceptaba los golpes y nunca protestaba. Si fallaba, lo intentaba en la siguiente jugada. Si marcaba, se preparaba para volver a la carga. Sin aspavientos. Siempre con cara de concentración. Aunque juro que un día le vi sonreír. Y cómo son las cosas. Solo en un partido compré rifas a los niños del club. Iban acompañadas por una caricatura del brasileño. Además me quedé a dos números del premio grande, del retrato enmarcado. Llevo toda la temporada con la postal frente a mi ordenador. Y solo me acabo de dar cuenta ahora.Suele pasar. Vamos por la vida sin mirar a los lados, con visión de túnel, concentrados en un objetivo en el horizonte que se aleja según nos vamos acercando, obligándonos a dar pasos y pasos hacia él. Sin pensar. Sin parar. Tienen que pasar estas cosas para recordarnos que hay que frenar y disfrutar del camino. Desde aquí, desde estas humildes líneas, no puedo hacer otra cosa que mandarle todo mi cariño a la familia naranja, que es muy grande. Jugadores, entrenadores, directivos y a esa afición que no deja de crecer. Esta misma semana, a raíz de la historia de Abdou Thiam, me acordé de Oumar Diakité. Otro duro palo que tocó de cerca al Básquet Coruña. Siento tanto respeto por su recuerdo que le escribí a Fernando Buendía antes de atreverme a poner una solo línea sobre él. No ha sido olvidado en todo este tiempo. Tampoco lo será Michael Uchendu. DEP.