"María es María y como ella, hay muy pocas. una auténtica pura sangre", define Stanis García a la recién proclamada campeona del mundo María Sanjurjo. Él la dirigió en varias etapas en el Liceo y ayer estaba presente en el recibimiento que se le ofreció en el colegio a su vuelta a A Coruña con su brillante medalla de oro en los World Roller Games. Le esperaban los niños que participan en el campus verdiblancos, que le hicieron un pasillo de sticks a modo de alfombra roja. Sus amigos, sus excompañeros. Familia. Y parte de una orgullosa directiva liceísta, entre la que destacó Cristina Fernández, su predecesora. María, sin embargo, empezó a jugar en otro patio, el de Dominicos, pero fue en el de Matogrande en el que desarrolló prácticamente toda su carrera en categorías inferiores. Pasó por las manos de Alejandro Canosa, José Manuel Campos, Toni Pérez y el propio Stanis, que además fue su entrenador durante sus dos primeras campañas en la elite de la OK Liga femenina. Ahora los cuatro admiran con emoción su éxito. Nada que no auguraran ya en su momento. Por calidad. Por trabajo. Por cabezonería. Y ambición.

"Es una jugadora muy sacrificada, comprometida, con ganas de trabajar siempre, nunca tiene una mala cara para entrenar más, a esforzarse... es la jugadora que todo entrenador quiere tener", señala Alejandro Canosa, ahora entrenador en Compañía de María, pero que en su etapa en el Liceo tuvo a María Sanjurjo en las categorías benjamín y alevín. "Era un momento en que muchas niñas no jugaban y ella por su cabezonería no solo se hizo un hueco en el equipo masculino, sino que fue titular casi todos los partidos jugando inclusos Campeonatos de España", destaca.

El hecho de haber jugado siempre contra chicos es algo que todos señalan. "Quería demostrar que valía, que tenía la fuerza y todo lo necesario", continúa Canosa. Stanis, por su parte, confiesa que es una cualidad que le llegó a sorprender porque cada temporada que pasaba pensaba que podía ser la última en la que pudiera competir contra los niños de su edad y siempre se superaba. "Nunca dejó de crecer. Prefería jugar con ellos para tener más intensidad y al final siempre era ella la que acaba arrastrándolos a todos", apunta y añade: "Es una inconformista, asume los retos, siempre quiere más y se enfada contigo si no se lo das. Como un león que quiere comer más".

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María Sanjurjo, recibida en A Coruña como Campeona del Mundo de hockey sobre patines

Eso le suena a José Manuel Campos. "¡Muchas veces la tenía que mandar para casa!", dice el que fue el entrenador que llevó al Liceo a sus primeros títulos, la Copa del Rey la Copa CERS en la temporada 1981-82 y el liguero de la siguiente (82-83), que cuenta que María siempre quería entrenar, jugar, ganar. "Un deportista sin ambición, conformista, no va a ir muy lejos. Ella es aguerrida, luchadora. Y cabezota, exigente consigo misma y con los compañeros", la define. Con buen ojo ya hace años que predecía que iba a llegar a la selección: "Con 13 y 14 años le vi cosas hacer cosas increíbles sobre la pista. Lo tiene todo para triunfar".

Como lo hizo en la final del Mundial, cuando anotó la falta directa a cinco minutos para la bocina que sentenció el partido y el título para España. "A Ricardo Ares siempre fue una niña que le encantó, pero había que ir poco a poco, entre algodones, trabajándola para que llegara a la selección cuando estuviera realmente preparada", afirma Stanis, que valora esa valentía para dar la cara en el momento clave: "Muchos se esconden. Ella no". "Ha entrenado mucho las directas conmigo", reconoce Campos, "pero tengo que confesar que cuando vi que la llamaban para tirarla... ¡me llevé las manos a la cabeza!" "Es un orgullo cómo lo hizo. Me emocioné", sentencia. En las gradas, a pocos metros, estaba otro de sus entrenadores, Toni Pérez, esperando a su vez para entrar a jugar el partido por el bronce. "Lo vi en directo y me puse muy feliz. Es una recompensa a todo su trabajo, se lo merece por todo lo que ha luchado. Y yo he tenido el privilegio de ayudarla durante tres años", comenta el exverdiblanco. Una emoción compartida con Canosa: "Cuando vi los goles se me pusieron los pelos de punta como si todavía fuese aquella niña que entrené". Un gran éxito para ella, concluye, sus entrenadores, el Liceo y todo el hockey gallego, sobre todo el femenino: "Este no es un deporte de hombres. Es un deporte de personas".