Teresa Portela sufría para encontrar las palabras justas con las que describir las sensaciones que se le agolpaban en la cabeza después de lograr la clasificación olímpica. "Aún no me lo creo" aseguraba. "Hemos terminado y no sabía qué había pasado porque ha sido todo muy justo. Luego ha sido una alegría enorme", aseguraba. Sobre la carrera afirmaba que "he dado todo lo que tenía, desde la primera palada. En estas pruebas son habituales estos finales y tenía claro que en centésimas iban a estar las medallas". "Este bronce sabe a oro. Estoy muy feliz porque salí a tope, enfurecida, sabiendo que tengo rivales muy duras, metida en mi mundo, en mi carrera y en lo que yo he entrenado", continuó. "Evidentemente yo venía a por la clasificación pero son cinco plazas, son muy pocas, y nos separan milésimas así que estar entre las cinco primeras era tener opciones de medalla", explicaba después de bajarse del podio.

La gallega, eufórica pero serena, explicaba que le costaba ser consciente de que llevaba "veinte años con las mejores. Cuando fui a los Juegos de Sydney, a mis primeros, no me imaginaba que iba a conseguir estar en alguno más. Y fueron viniendo". Portela insistía en que "la clave es no pensar a largo plazo. Siempre me he planteado objetivos cercanos, me he centrado en el próximo y así he ido avanzado. Sería imposible sin mucho trabajo y esfuerzo y también sin la ayuda de mi gente, de mi familia, de mi entrenador", destacó.