Dos jornadas de Liga y todo sigue como siempre, e incluso más que como siempre. Me refiero a la manía que tenemos los futboleros de reducir un partido a un detalle, esa costumbre de privilegiar lo particular por encima de lo colectivo, el hábito ya incorregible de fijarse más en los nombres de las camisetas que en las camisetas. Ejemplos. El empate del Valladolid en el Bernabéu se reduce al detalle de Sergi Guardiola batiendo a Courtois, con el aliciente de que este futbolista se tuvo que ir del Barça por culpa de unos tuits desafortunados. La particular aparición de Vitolo en su único disparo a puerta está muy por encima de la maquinaria del Atlético de Madrid, por mucho que Simeone insista en que un gol no da la titularidad. Y, por supuesto, el hábito nos obliga a elevar a Griezmann a los altares porque fue el autor de dos importantes goles en el partido Barça-Betis (el segundo, además, celebrado con confeti) y, necesariamente, a olvidarnos del descomunal partido de un tal Sergio Busquets. Detalles. Individuos. Nombres. El espectáculo del fútbol moderno.

En La creación de Adán, de Miguel Ángel, todos nos fijamos en los dedos de Dios y de Adán que se rozan, como en el cartel de la película de Spielberg E. T., porque esos dedos resumen no solo el descomunal trabajo de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina sino que se han convertido en la marca oficial del Renacimiento italiano. Los encantadores ángeles que están a los pies de la Madonna Sixtina, de Rafael, han desbordado su lugar en el cuadro y, ya desde el siglo XIX, protagonizan una carrera artística en solitario que no solo ha convertido en casi invisible a la Madonna sino que les ha llevado a aparecer en tazas, camisetas, bolígrafos y cuadernos. ¿Quién es Claude Monet? El pintor de los nenúfares. Dedos, ángeles y nenúfares. El espectáculo del arte. Si cuando estamos ante La creación de Adán los ojos se nos van a los dedos del primer hombre y su creador, entonces es lógico que el laboriosísimo punto que el Valladolid consiguió ante el Real Madrid se reduzca al detalle de Sergi Guardiola batiendo por bajo a Courtois. Si los ángeles que pintó Rafael han pasado por encima de la Madonna Sixtina como el paseo de Marilyn Monroe por la estación del tren pasa por encima de cualquier otra cosa en la película Con faldas y a lo loco, entonces es normal que el patio particular en el que Vitolo suele convertir el área rival se lleve todo el mérito de la victoria del Atleti en Butarque. Y si Monet es ese pintor al que le gustaban los nenúfares tanto como a los nenúfares les gusta Monet, y por eso dedicó casi doscientos lienzos a este motivo, entonces es inevitable que la foto de Griezmann lanzando confeti después de su segundo gol al Betis ya forme parte de la iconografía culé. Sergi Guardiola, Vitolo y Griezmann estarán encantados. Sus compañeros del Valladolid, del Atleti y del Barça están resignados porque, como diría Sandro Giacobbe, la vida (y el fútbol) es así, no la he inventado yo. Y los aficionados estamos mitad encantados y mitad resignados porque, la verdad, los dedos de Adán y de Dios que se rozan molan un montón, los ángeles de Rafael son preciosos y los nenúfares de Monet hipnotizan.

El fútbol es un espectáculo que necesita dedos que se rozan y marcan goles casi al final de un partido, ángeles mofletudos que dan tres puntos y nenúfares alegres como el confeti. Es así, para pasmo del Valladolid, contrariedad de Simeone y desgracia de un futbolista como Busquets.