Empezó la temporada el Deportivo Liceo apelando a la fe. A esa que había tenido Carles Grau en el proyecto y que le hizo unirse a él para que después llegaran el resto. Y esa confianza ciega es la que hay que tener con este equipo. Es casi pecado capital perderla. Hacía 52 partidos que no caía el Barça de las estrellas en la OK Liga. Hasta que se topó con el Liceo del carácter de veteranos con niños de 20 años. De la entrega en cada acción. De la eficacia y la defensa. Del derroche físico. De la estrategia. Claro que al calor de un Palacio con 4.000 personas todo es más fácil. Pura magia. A la basura todos los pronósticos, todos los análisis. No ganaron los quilates. Lo hizo el corazón. Los ayer blanquiazules anularon por completo a su rival, que reaccionó en la segunda parte, cuando un soberbio Carles Grau bajo palos le acabó desquiciando. Jornada inaugural y el Liceo es el primer líder de la OK Liga.

El ambiente era el de las grandes citas y los de Juan Copa entraron a la plaza como miuras. Embistiendo. Mucho más a la expectativa un Barça al que le gusta más cocinar a fuego lento, desgastar. Salió a presionar alto, pero pronto tuvo que cambiar los planes. Los primeros ataques tenían todos la misma firma, la de los locales. Franco Platero, los hermanos Di Benedetto, el capitán David Torres... el Pulpo empezaba a sudar tinta. Los blanquiazules estaban en todas partes. Por fuera, por dentro, con Maxi Oruste también intentándolo en el espacio del cuadrado en el que cabían sus patines. Era un asedio.

La intensidad era altísima. Y así es la mejor forma de pescar bolas en zonas peligrosas. Lo hizo Franco Platero. En el medio de la pista. Y no se puso nervioso en el mano a mano. Tras un amago, tomó la directa hacia portería y definió con maestría. Eficacia probada. Un minuto después, Marc Grau, en la izquierda del ataque local, armó el brazo para conectar un disparo de cuchara que despistó a Egurrola y se coló hacia las redes. 2-0. Ni en el mejor de los guiones. Dominio, buen juego, manos atadas al Barça y dos goles por delante en el marcador tras aprovechar sus ocasiones. De cine. De Oscar.

Los jugadores del Barça hicieron piña en su área después de los dos goles. Pidió tiempo muerto Edu Castro y los azulgrana mejoraron, despertando poco a poco del letargo. Pero tocaba pesadilla. Una azul a Panadero permitió que Roberto di Benedetto tuviera una directa que estrelló al palo y el Liceo tampoco pudo aprovechar la superioridad. Volvería a tener otra ronda con otra azul al técnico culé. Aguantó Egurrola ante Oruste para frenar la sangría y también la inferioridad el Barça. Entre una cosa y otra ya solo quedaban tres minutos para el descanso. El tiempo había pasado volando. La misión era aguantar sin encajar. Los coruñeses se cerraron y la tuvieron en la última jugada.

Los visitantes estaban obligados a reaccionar, a arriesgar. Se esperaba en la segunda parte a un Barça que diera un paso adelante y no tener que lamentar los errores a bola parada del Liceo. Los primeros cinco minutos fueron un acoso y derribo de los culés. Castro optó por el cuatro más físico del que podía tirar en el banquillo: Sergi Panadero, Matías Pascual, Nil Roca y João Rodrigues. Subieron la presión. Los de casa apenas podían sobrepasar el centro de la pista y no les duraba la bola apenas un par de pases. Había que sufrir.

Y fue entonces cuando Carles Grau rescató la fe. La que dio él con sus paradas. Entre la buena defensa blanquiazul y su presencia en portería, al Barça no le quedó más recurso que intentar disparos lejanos que pudieran colarse por estar el portero tapado o que cazara Rodrigues el rechace en el área. Se calentó el juego con dos broncas sobre pista con los mellizos Bruno y Roberto di Benedetto de protagonistas. Quedaban 19 minutos, que en hockey es mucho, y había que bajar las revoluciones. Los dos equipos iban a por cada bola como si fuera la última, había robos continuos, ataques cada diez segundos. El ritmo era de tenis y obligada a girar la cabeza como si los que estuviesen en pista fuesen Rafa Nadal y Roger Federer.

El Liceo fue como el manacorí. Todo garra. Se dijo no pasarán. Y no pasaron. Con Carles Grau como el último muro de una gran muralla. Si al Barça solo quedaba el disparo como recurso, los árbitros le regalaron el de la bola parada. Azul a Bridge. El especialista Nunes tiró al palo.También tuvo una directa el Liceo. Ciocale se quedó sin espacio ante Egurrola. Quedaban cinco minutos. La cancha fue entonces un ring con golpes en cada esquina. Cuatro. Seguía sin cambiar el escenario. Tres. Cualquiera podía marcar. Dos, se le acaba el tiempo al Barça. Uno. Medio. Y al Liceo le pitan la décima. Alabart marcó de directa. Dejar a los culés en cero hubiese sido otro récord.