La victoria del Lokomotiv en la primera jornada en Leverkusen elevó la complejidad del grupo D de la Liga de Campeones, que lleva al Atlético a Moscú entre la necesidad y la seguridad que supone un triunfo o el apuro de una derrota en un estadio y contra un rival con el que jamás ha perdido.

Ni en 2007-08, cuando lo visitó en su vuelta a Europa a través de la Copa de la UEFA, con un 3-3, ni hace dos campañas, cuando también en la Liga Europa, de la que fue luego campeón, se cruzó con el conjunto ruso, al que arrolló sin matices tanto en campo propio, con un 3-0, como ajeno, con un 1-5, para avanzar a los cuartos de final.

Empatado con el Juventus en la primera cita en el estadio Wanda Metropolitano (2-2), el Atlético tiene ante sí un encuentro que predice buena parte del futuro del grupo, en el que aún restan cinco choques, pero cuyo margen es mínimo para la reacción, menos aún si más allá de la segunda jornada todavía no tienes ninguna victoria.

Ya lo sabe y lo sufrió el equipo hace dos cursos, cuando comenzó su cuarteto con un 0-0 en Roma y con una derrota en casa por 1-2 con el Chelsea, que le condicionó y le presionó para lo demás, entre ello el doble enfrentamiento fallido con el Qarabag, con sendos empates. El resultado, por más que ganó luego al Roma, fue la eliminación.

Advertido por tal precedente, „la única vez que el Atlético de Simeone no fue capaz de superar la fase de grupos del torneo„ hay más mecanismos de alerta. Por ejemplo, sólo una victoria en sus últimos cinco encuentros, el 2-0 al Mallorca; el único de sus tres duelos más recientes que marcó gol. El once en Moscú es una incógnita, pendiente de la recuperación tras el derbi.