"Cuando sos chico, tenés dos sueños: venir a Europa y jugar con la selección". Y uno no puede venir sin el otro porque para vestir la albiceleste hay que dar el salto primero y cruzar el charco para jugar con los mejores. Así que los jugadores argentinos crecen conscientes de que algún día tendrán que meter sus pertenencias en unas maletas, despedirse de su familia, abandonar el país y emigrar hacia un futuro que, en muchos casos, ha tenido una puerta de entrada en común: A Coruña. Lo explican Franco Platero, Maxi Oruste, Fabrizio Ciocale, Facundo Bridge, Nahuel Castro y Fran Torres. Son los seis que esta temporada están en la disciplina del Deportivo Liceo. Cuatro en el primer equipo, dos ya veteranos con más puertos a sus espaldas y dos jóvenes que iniciaron su aventura en el Viejo Continente en la ciudad herculina; otro en el filial de OK Plata, recién aterrizado después de ser una de las estrellas del Mundial sub 19 en los World Roller Games de Barcelona, y el último, de solo 15 años, entre el juvenil, el júnior y el sénior de liga autonómica, pero a base de goles llamando ya a las puertas del conjunto de la segunda categoría nacional dirigido por Stanis.

El camino, aunque exitoso, no es fácil y la adaptación a las nuevas costumbres, climas, sociedad y estilo de juego necesitan un proceso. Pero cuando en el club al que llegas están a tu lado cinco compatriotas, los plazos se acortan. Le pasó a Fabrizio Ciocale. Vino por primera vez hace tres años, cuando tenía 19 años, pero su estancia solo duró unos meses. Regresó a Argentina, para volver la temporada siguiente, ya acompañado por Facundo Bridge, un año menor que él pero con el que había compartido equipo y selección y ambos con pasaporte italiano. Un curso después, el gran desembarco. Los fichajes de Franco Platero y Maxi Oruste aumentaron la nómina a cuatro, aunque en su caso, ya veteranos, no necesitaron adaptación a Europa, aunque sí a la ciudad al equipo, tras cinco años en Italia en el caso del primero y otros seis entre España y el país transalpino en el del segundo.

"La pasión por perseguir el sueño de llegar a lo más alto hace que dejemos nuestra casa y nos marchemos", asegura Platero. "Cuando uno empieza, se le forma una pasión y el top, a lo que uno aspira cuando es pequeño, es jugar con los mejores. Y los mejores están en Europa" explica Oruste, que añade: "En Argentina tienes la posibilidad de crecer. Pero llega un momento que te estancas porque no hay los recursos. En Europa te dan todas las condiciones para ser profesional y además seguir creciendo y mejorando". "No hay chico que no sueñe con llegar a la selección y jugar en Europa", dice Bridge, a lo que Ciocale apunta que "hay que aprovecharlo y no dejar pasar esta oportunidad".

Los cuatro son los maestros de los dos pequeños, Nahuel Castro, de 18 años, y Francisco Torres, de 15, los que acaban de dar el paso de dejarlo todo por perseguir un sueño. Aunque es un gran cambio, los dos afirman que apenas se lo pensaron. "Vine para aprender de los grandes. Es lo que siempre soñé y desde que me lo dijeron, me quería venir", reconoce Nanu, como le conocen, que incluso adelantó sus estudios de finanzas para poder venir ya esta temporada, en la que tiene un reto en la OK Plata -empezó con empate ante el Vilafranca y derrota en el derbi frente a Dominicos-. Torres sopesó un poco más la decisión, pero con la ayuda y la confianza de sus padres, se atrevió. Y vino para quedarse. "Soy delantero", se presenta, "pero aquí me estoy dando cuenta que hay que atacar y defender, hay muchas jugadas".

Es una de las principales diferencias entre el hockey a ambos lados del Atlántico. Allí nacen jugadores que destacan por su técnica y que son únicos por su habilidad. Se salen del "libreto", como analiza Oruste, dentro de un juego europeo mucho más táctico y esquematizado. "Es desobediencia, pero en el buen sentido", continúa el delantero. "Pero hay que ser inteligente para saber cuándo puedes dar esa pincelada tuya", aclara. Ciocale ahonda en estas características: "Hay algo a lo que llamamos potrero porque eres ventajero y tienes picardía, lo que se suma a la habilidad". Es cuestión de actitud y eso nunca le faltará a un argentino. "La garra la traemos de serie", aporta Platero. "Lo vivimos con mucha pasión", dice Castro. "Y queremos ganar siempre", añade Bridge, que cree que si se junta a un jugador argentino con uno europeo, saldría el jugador "perfecto".

El Liceo ha podido comprobarlo a lo largo de los últimos años. Por A Coruña han pasado algunos de los jugadores argentinos más destacados de la historia. Fantasía sobre patines de la mano de los Carlos Gil, Martinazzo, Agüero, Rubio, Roldán, Salinas o Carlos López. Los seis ya comparten lista con ellos. "Es un orgullo", admiten, "todos sabemos lo que ellos representan para el mundo del hockey". Claro que han dejado el listón muy alto. "Cuando en A Coruña suena el nombre de un argentino, es como si ya tuviera una presión extra. Espero que no fallemos y estemos a la altura", pide Ciocale. "Si han pasado tantos argentinos por aquí, es porque han dejado una buena imagen y espero que nosotros sigamos dejando el listón igual", le responde Bridge. Y si tienen que escoger a cinco para hacer un quinteto histórico -porteros solo hay un portero, Valentín Grimalt-, hay dos nombres que suenan en todas las quinielas: Daniel Martinazzo y Mario Agüero. Las otras dos plazas se las tendrían que jugar entre Pablo Álvarez, Martín Payero y Lucas Ordóñez.

Son jugadores que lo han ganado todo con el Liceo, como ahora ellos pueden empezar a hacerlo. La Supercopa de España fue su primera oportunidad, pero fallaron. "Un cachetazo", como lo define Oruste, o un "baño", como lo nombra Ciocale, que les hizo mejorar. "Somos un equipo totalmente nuevo y es difícil acoplarse tan rápido", sigue Oruste. "Con el buen ambiente se nos hizo un poco más fácil", opina Bridge. Platero cree que los resultados, seis de seis en la OK Liga y líderes en solitarioOK Liga , "es inesperado" porque todavía tienen que seguir creciendo, por lo que piden calma. "La liga es muy larga, la Champions también, queda un año duro por delante porque tenemos muchas competiciones", analiza Ciocale, "y nuestra idea es competir al máximo y luchar hasta el final". Y si es posible, levantar un título.

Todo lo bien que les vaya en el Liceo les puede servir para abrirles la puerta de la selección. Ese otro sueño que les queda por cumplir. Sobre todo teniendo en cuenta que se asoman ya por el horizonte unos World Roller Games que en 2021 se disputarán en San Juan. "Premio doble", reconoce Bridge, que no se quiere hacer ilusiones porque cree que hay muchos compañeros por delante de él. Lo mismo le pasa a Ciocale: "Falta mucho, hay que mejorar y crecer y estar en un club como el Liceo, competir a este nivel, nos ayudará". Ambos estuvieron en la lista de la albiceleste para la Copa de las Naciones del año pasado. "Todo jugador tiene esa ilusión y los que estamos aquí estamos trabajando para intentar llegar. Después ya será elección del entrenador", concluye Platero, a lo que Oruste solo replica que sería "un sueño".

Camino a la inversa

Los seis han hecho el camino a la inversa que muchos gallegos „que no los gaxegos con los que precisamente los argentinos se refieren a todos los españoles„realizaron el siglo pasado. Argentina fue el principal destino de la emigración, la conocida como quinta provincia gallega. A principios del siglo pasado había más población de la comunidad en Buenos Aires que en muchas capitales de aquí. Fue también en esa época en la que empezó a rodar la historia del hockey sobre patines argentino, primero en la capital en el prestigioso Gimnasia y Esgrima y después ya en San Juan y Mendoza, de la mano de los hermanos Óscar y Roberto Noguera. Sin que nada tengan que ver una cosa con la otra, será años más tarde otro lazo de unión entre ambas sociedades. Mientras en Argentina calaba profundamente el hockey, no ocurría lo mismo en el resto de países a su alrededor -Chile, Colombia, Brasil, Uruguay-. Se encontraron solos, aislados, y con el foco de su pasión a miles de kilómetros y con un océano de por medio. Una versión parecida al problema que siempre ha tenido A Coruña, alejada de epicentro catalán. Por lo tanto, es lógico que si el Liceo necesitaba jugadores y era difícil conseguirlos en Cataluña, donde había overbooking, y si los argentinos querían venir a Europa y a España, que ambas necesidades se conjugasen en una simbiosis perfecta.