De nuevo agarrado a Álvaro Morata, el promotor del 1-1 y el goleador del 2-1, el Atlético sorteó un partido comprometido, esquivó la crisis, superó otro primer tiempo alarmante y remontó al Espanyol, mejor hasta el descanso, cuando surgió un conjunto rojiblanco totalmente distinto.

Con los mismos once futbolistas, pero con otra idea, otra intención y, sobre todo, con la ambición que no había tenido antes y que debe exigirse un equipo como el Atlético, que jugó al filo del fiasco durante los primeros 45 minutos, doblegado por un rival mejor y más concreto en cada sector hasta el 1-1 al borde del descanso, y que se sostiene a un punto del líder.

Un alivio en los actuales tiempos en el Atlético, como lo fue el pitido del árbitro para anular un gol al Espanyol en el minuto 85, por una falta antes del cabezazo. La polémica final del partido, cuando el conjunto blanquiazul aún insistía, arrinconado atrás, hasta que Koke sentenció.