El ejemplo del Heart of Midlothian asoma cada año cuando se conmemora el comienzo de la Primera Guerra Mundial. Este equipo de Edimburgo fue un ejemplo por el compromiso que demostraron sus futbolistas cuando miles de jóvenes se alistaban para combatir en Francia.

En el comienzo de la Primera Guerra Mundial había surgido un intenso debate en el Reino Unido sobre el papel que debían jugar los futbolistas en el conflicto. Mientras las autoridades ponían en marcha campañas llamando a los jóvenes a alistarse en el ejército, el deporte parecía completamente ajeno al conflicto más allá del compromiso individual de algunos jugadores que sí acudieron de inmediato a las oficinas de reclutamiento. En Inglaterra y Escocia se había fomentado la posibilidad de que se unieran al conflicto grupos de amigos, familiares, compañeros de trabajo... con el "aliciente" de ser destinados al mismo batallón para combatir juntos. Pero al fútbol le costó dar ese paso. La discusión llegó incluso al Parlamento escocés, donde se debatió la posibilidad de aplazar la Liga después de que el dueño de uno de sus principales patrocinadores argumentase que "dar patadas a un balón mientras nuestros jóvenes se juegan la vida en Europa resulta repugnante". Hubo incluso campañas pensadas para aumentar el desprestigio social de los futbolistas.

Aquella cuestión en pocos sitios tuvo tanta resonancia como en el vestuario del Heart of Midlothian (el popularmente conocido como Hearts). El conjunto de Edimburgo, fundado décadas antes por un grupo de amigos de un club de baile de la ciudad y que tomó su nombre de una legendaria cárcel destruida en el siglo XIX, fue uno de los primeros clubes que aceptó que los enviados del Gobierno diesen charlas informativas los días de partido en Tynecastle, el legendario estadio en el que jugaban. Pero fueron sus propios jugadores los que sintieron de modo más intenso la petición de ayuda que recorría todo el país. Y actuaron en consonancia. En noviembre de 1914 dieciséis futbolistas del equipo se alistaron en el 16 regimiento de los Royal Scots, formado y dirigido por el mercader textil y político liberal George McCrae. Aquella decisión generó un enorme revuelo en todo el país, especialmente en el entorno futbolístico. A continuación fueron centenares los que sumaron: futbolistas de toda Escocia, jugadores de rugby y muchos aficionados que reaccionaron así a la decisión de quienes eran sus ídolos. Solo el Hearts aportó al ejército escocés más de quinientos de sus aficionados que no querían ser menos que los futbolistas a los que acudían a ver cada domingo sus partidos.

El alistamiento de los jugadores del Hearts llegó en el arranque de la Liga 1914-15, justo después de que ganasen los ocho primeros partidos. Eran los líderes y el conjunto entrenado por John McCartney era el claro favorito para conseguir el primer título de su vida. Durante meses alternaron la competición con la instrucción para acudir al frente. La exigencia física era máxima para ellos. En invierno comenzaron a acusarlo. Todos los equipos tenían futbolistas en la misma situación, pero en ningún vestuario se había producido un alistamiento tan masivo como en el caso del Hearts. Los futbolistas empezaron a faltar a algunos entrenamientos, a partidos incluso y los resultados comenzaron a flojear. En ocasiones se veían obligados a jugar después de haber realizado una marcha nocturna de más de diez kilómetros el día anterior. Era inevitable que en algún momento aquello les pasase factura. El Celtic, más fresco que ellos en el momento decisivo de la temporada, acabó por llevarse el título dejando al Hearts sin una alegría que sus aficionados no pudieron disfrutar hasta casi cuarenta años después. Allí se les había escapado la posibilidad de ser campeones por primera vez.

Aunque en Inglaterra la Liga dejó de disputarse desde 1915 hasta 1919, en Escocia el campeonato siguió adelante como si tal cosa aunque con los equipos disminuidos de efectivos. El Hearts se vio obligado a tirar como buenamente pudo. En aquellos días de otoño de 1915 recibieron un considerable mazazo cuando se supo que James Speedie, una de las figuras del equipo y de los futbolistas que se había alistado meses antes de que lo hiciese la mayoría, había muerto en combate. En ese momento todo el país ya estaba preparado para convivir con la tragedia y con el duro trance de afrontar pérdidas muy cercanas. El día de la muerte de Speedie los futbolistas del Hearts, que habían sido desplazados a la región de Yorkshire para el tramo final de su instrucción, ya tenían claro que muchos de ellos no regresarían a casa nunca más.

En enero de 1916 el conocido como Batallón de McCrea fue enviado a Francia, al pueblo de Contalmaison, con la idea de que se preparase para entrar en combate unos pocos meses después. Entre su equipaje incluyeron casi media docena de balones de fútbol con los que tenían pensado pasar las horas muertas. Allí coincidieron con el que conocido como Batallón del Fútbol, que reunía a buena parte de los futbolistas de clubes ingleses que se habían alistado. El 1 de julio se les anunció que había llegado el momento de saltar a la acción. Fue el comienzo de la Batalla del Somme. McCrea, uno de tantos incompetentes que condujo a miles de soldados a inútiles carnicerías que solo servían para mover las líneas unos pocos metros, les dijo que había llegado el momento, que pateasen los cuatro balones que llevaban tan lejos como pudiesen, y corriesen tras ellos como si estuviesen en un campo de fútbol. Aquel primer día en el Somme el ejército británico perdió casi veinte mil hombres y otros cuarenta mil fueron heridos. Duncan Currie, Ernest Ellis y Henry Wattie, futbolistas del Hearts, murieron en esa jornada maldita. Wattie era una de las grandes promesas del fútbol escocés. No conoció a su hija que nació poco después de que se subiese al barco que le llevaba a Francia.

En las semanas siguientes caerían John Allan, James Boyd y Tom Gracie hasta completar la cifra de siete miembros de aquel Hearts que no volverían a pisar Escocia. Un caso curioso es el de Bob Mercer, capitán del equipo. Cuando se formó el batallón, fue rechazado a causa de una lesión en la rodilla. Aun así, en 1916 fue movilizado. En 1917 sufrió severas lesiones pulmonares por inhalación de gas, pero sobrevivió a la guerra. En 1924, ya retirado, le convencieron para que participara en un partido de despedida. A los diez minutos de partido se desplomó en el suelo tras sufrir un ataque al corazón.

Todos los años coincidiendo con el aniversario del comienzo de la Batalla del Somme el Hearts homenajea a sus héroes de la Primera Guerra Mundial. A los siete que murieron en Contalmaison y los que regresaron tan malheridos que nunca más pudieron jugar al fútbol. En Edimburgo, una placa cerca de la estación de Haymarket, en el corazón de la ciudad, les rinde tributo. Pero en el pueblo francés no había nada que los recordase hasta que un policía retirado viajó con varios hinchas a lo que fue el corazón del frente occidental, se entrevistó con el alcalde, y organizó el envío de un camión cargado con piedra caliza de Elgin, localidad del norte de Escocia, para levantar un monumento. Desde entonces siempre está adornado con banderines y bufandas, que dejan los seguidores que van de peregrinaje al lugar. Dos de los balones que el Batallón de McCrea lanzó en dirección a las filas enemigas el 1 de julio de 1916 fueron recuperados y hoy son venerados en diferentes museos militares.