La selección española masculina de waterpolo no pudo (9-9 y 14-13 en los penaltis) con Hungría ayer en la final del Campeonato de Europa 2020 celebrado en el Duna Arena de Budapest, título que se quedó el conjunto anfitrión para impedir el primer oro de España en otro desenlace de campeonato cruel para los de David Martín.

Tras caer hace dos años en Barcelona en los penaltis contra Serbia, a España le salió de nuevo cruz en busca del primer título continental cuando el quinto penalti de Álvaro Granados lo detuvo un inédito Soma Vogel hasta ese momento. Los de David Martín habían ido a remolque en el tercer y cuarto parcial, momentos clave en los que Hungría nunca fue por debajo en el marcador del partido.

Apretando hasta la última posesión, España pudo tumbar a Hungría, la más laureada del torneo, en su casa, pero esa suerte fue magiar. La anfitriona recupera el trono que ostentó por última vez en 1999, en su decimotercer Europeo, mientras que la realidad del resurgir del waterpolo masculino español, que no pudo emular al femenino en Budapest, acumula más cuentas a saldar en los Juegos Olímpicos que se celebrarán el próximo verano en Tokio.

No es como empieza sin duda, pero la final arrancó bien para España: López Pinedo echando el cerrojo con cuatro paradas, defensa al buen nivel del torneo y efectividad suficiente para el 1-3. Le costó a los españoles aprovechar ese buen trabajo atrás, con paradas también de Nagy, pero Alberto Munarriz cargó la artillería.

El juego directo de los húngaros ayudó a la anfitriona a recortar en el inicio del segundo parcial y la mejora de su defensa secó a España. Las paradas de López Pinedo ayudaron a minimizar ocho minutos sin anotar de España, incluido un penalti de Álvaro Granados, para dejar un 4-3 que cambiaba el guion con la final abierta.

Un latigazo de Blai Mallarach cortó la sequía en el inicio del tercer cuarto, pero España siguió perdonando muchos ataques. Cuando más pesaba la mala racha Marc Larumbe tiró de clase en el 5-5 y López Pinedo volvió a brillar para aguantar la iniciativa magiar con uno arriba (6-5). Perrone no tenía su día, pero apareció a tiempo, como el resto de la selección para ganar el último cuarto.

Granados puso el empate y un robo en defensa dio a Blai Mallarach la última posesión para ganar la final sobre la bocina. Nagy lo evitó y en los penaltis, ni él ni López Pinedo lograron adivinar ningún lanzamiento. El juego de cambios en la portería sonrió a Hungría y Vogel frustró a una España que vuelve a colgarse una plata amarga y otra final, también con la del último Mundial, sin gloria a la espera de lo que ocurra ahora en los Juegos.