El Mirandés salió con vida de San Sebastián después de caer en el primer asalto de semifinales por la mínima y jugará en Anduva con muchas opciones de pelear por su primera final de Copa, mientras que los donostiarras desperdiciaron la oportunidad de dejar la eliminatoria vista para sentencia.

El cuadro rojillo, en semifinales por segunda vez en su historia, dio la cara en Donosti y lo hizo con una versión de mucho trabajo, mucha valentía y mucho atrevimiento. A los pupilos de Andoni Iraola no les impresionó ni el escenario, ni el rival, ni la presión que les añadió la historia.

Y eso que la película no empezó de la mejor manera posible para los castellano-leoneses. A los siete minutos, un discreto penalti de Odei sobre Portu fue decretado por Gil Manzano y el VAR no tuvo que interferir ante la decisión del colegiado. Oyarzabal lanzó desde los once metros y demostró su enorme fiabilidad. Siete penaltis y siete goles.

El 1-0 no amilanó a los burgaleses, todo lo contrario, quienes apostaron por el contraataque y la velocidad de sus bandas para inquietar a los de Imanol Alguacil. La Real estuvo lejos de su mejor nivel, pero la diferencia de categoría ya fue un plus que se notó desde el comienzo. Sin embargo, el Mirandés no hincó la rodilla y nunca se dio por vencido.

Los rojillos se estiraron on un disparo de Álvaro Rey con más peligro del que se imaginaba Remiro y poco después llegó el tanto del empate tras un robo sensacional de Malsa. La pelota cayó en pies de Mattheus y el resto fue lo de siempre. Recorte y disparo trastabillado que no pudo detener el meta donostiarra.

El gol fue el sexto de Mattheus en la Copa, quien tiene un idilio especial con este torneo, y sorprendió a Anoeta con un excelente recurso para definir en el corazón del área. El gol hizo estallar al millar de seguidores del Mirandés que viajaron hasta Euskadi.

Sin embargo, antes del descanso, la Real encontró excesivo premio en una jugada personal de Martin Odegaard. El noruego fusiló a Limones.