El Barcelona empató ante el Nápoles en el Stadio San Paolo, en la ida de los octavos de final de la Liga de Campeones, y se lleva un buen resultado para la vuelta en el Camp Nou en una noche donde lo mejor fue sin duda ese gol marcado por Antoine Griezmann en el único disparo a puerta de los blaugranas.

Ni una sola vez remató a portería el Barcelona en la primera parte, que dominó el balón pero de forma intrascendente. Y una vez lo hizo en la segunda, y marcó. Sin apenas pases al hueco ni hacia adelante, con un juego plano y horizontal, estrellándose ante la poblada defensa napolitana y sin desmarques ni verticalidad alguna. Ni Messi estuvo inspirado ni Griezmann ni Vidal supieron leerle sus intenciones.

El argentino fue, eso sí, el único en intentar dar chispa al juego de un Barça que se pareció demasiado al que terminó por poner fin a la era de Ernesto Valverde, y que respiró con esa finalización certera de Griezmann a pase de Semedo en una de las escasas llegadas.

Pese a que la llegada de Quique Setién ha ido cambiando cosas, en su estreno en la Champions no se atrevió el técnico cántabro a apostar fuerte y dejó fuera a Ansu Fati sinónimo de verticalidad.