Para comprender el proceso de selección para el K4 500 español que participará en los Juegos de Tokio 2020 prácticamente es necesario cursar un máster. A cinco meses de la inauguración olímpica, ninguno de los cuatro integrantes está decidido. Ni siquiera un doble campeón como Saúl Craviotto, que ya ha alzado la voz para criticar la situación, tiene garantizada su presencia. Tampoco los cuatro que el año pasado formaron el barco que se proclamó subcampeón del mundo, entre ellos el coruñés Carlos Arévalo (Ría de Betanzos). Los seis principales aspirantes se lo jugarán entre el próximo mes y el siguiente, en una modalidad individual que poco tendrá que ver con el acoplamiento de barco colectivo, que en los países rivales ya funciona a pleno rendimiento. Campeones olímpicos. Campeones del mundo. Campeones de Europa. Todos con el alma en vilo. Así que la presión es casi insostenible y el ambiente, un poema. "Es como una montaña rusa. La presión es brutal. Unos días te vienes arriba y otros... pues te das cuenta de que no puedes fallar ni un metro", reconoce el coruñés. "Estamos todos perdiendo mucho peso y la peor parada es mi novia, que la tengo mareada", bromea.

Pese a la dificultad de la situación, confía plenamente en sus posibilidades de estar en Tokio. "Estoy entrenando muy bien. Y si voy al ritmo de Sául Craviotto, es que lo estoy haciendo bien. Tengo a la mejor referencia", analiza. Entre sus amigos y compañeros de entrenamientos también están sus rivales. "Lo llevamos bien", responde sobre si la rivalidad está afectando a sus relaciones personales. Su grupo lo forman los que el año pasado se proclamaron subcampeones del mundo: Craviotto, Marcus Cooper „campeón en Río en K1 1.000„ y el también gallego Rodrigo Germade. El coruñés se tuvo que subir al barco el año pasado para cubrir la plaza que Cristian Toro dejó a última hora al bajarse por su necesidad de descansar. Como entrenan juntos, pudo acoplarse en tiempo récord para colgarse la plata en el Mundial. Todo un éxito.

Y aun así, insuficiente para lograr el billete olímpico directamente. El próximo mes, en un escenario que todavía está por determinar, será el selectivo. Cada aspirante tendrá que hacer cuatro pruebas, dos de 200 y otras dos de 400 metros. Y de ahí saldrán tres combinaciones. La primera formada por los dos primeros del 200, el primero del 400 y otro a elegir por la comisión técnica. Otra con los cuatro mejores de la media entre el 200 y el 400. Y la última, el K4 que el año pasado logró el subcampeonato del mundo siempre que ninguno de los cuatro quede de último en la media de los tiempos. Una auténtica locura. "Están priorizando una prueba individual por encima de la colectiva. Aquí hay gente que lleva cuatro años preparando el K4 y al final se lo va a jugar en un K1 y encima de 200 metros. Además, puede que cada uno por su cuenta corra muchísimo y después que en conjunto sea un fracaso", explica Arévalo sobre los criterios de la Federación Española.

"En otros países lo que se hace es como un proceso de embudo", comenta Arévalo. "El primer año hay muchos candidatos y según va pasando el ciclo olímpico el número se va acortando y ya el año anterior el barco está montado", comenta. "Aquí había un proyecto que funcionaba, como se demostró el año pasado, y que ya estaba montado. Y ahora es como si empezásemos de cero", añade. El problema en España es que no tiene sitio para todas sus estrellas. La normativa limita a seis los participantes españoles en las pruebas de kayak masculino. Elegido el K2 1.000 metros y el K4 500, todos los especialistas de otras distancias intentan entrar en él. Desde 200 sube el campeón del mundo individual, Carlos Garrote, y se vuelve a meter en la carrera Cristian Toro, oro olímpico en Río junto a Craviotto en el K2 200, después de autodescartarse el año pasado. También de la velocidad pura proceden el propio Craviotto y Carlos Arévalo. Y desde el 1.000 bajan Rodrigo Germade y Marcus Cooper, quizás lo más perjudicados de que en la selección los criterios que se tienen en cuenta son los tiempos individuales y en velocidad.

"Yo espero que al final el barco seleccionado sea el de los cuatro que el año pasado fuimos subcampeones del mundo porque somos un grupo muy fuerte e unido", suspira Arévalo. Pero todavía tienen que ganárselo en la pista. Quedarse fuera no entra dentro de sus planes. Aunque ya sabe lo que es decir adiós al sueño olímpico. De hecho, había hecho parte del ciclo hacia Río junto a Cristian Toro en un K2 200 metros de futuro y a unos meses de la cita en Brasil su asiento fue cedido a Craviotto. "Son vivencias... si me tengo que quedar fuera, ya sé lo que es", dice el coruñés, que pasó el invierno en Sevilla, esta semana se trasladó a Asturias y en unos meses espera estar en Tokio.