En realidad, las dudas siguen la esencia misma de dos entidades de tal envergadura como Madrid y Barcelona. En el caso blanco, todo pasa por el resultado. El gen ganador del Madrid admite discrepancias en cuanto a la forma de juego siempre que el destino sea levantar copas. Es la única escena que debe preceder a los créditos. Por eso, los batacazos recientes (el City como puntilla) dejan el aire la sensación de que la temporada se puede ir al garete. El Barça busca el mismo destino, pero difiere en el camino. Se trata de ganar, claro, pero abrazando una filosofía incuestionable. El estilo de Setién, aunque va a más en los resultados, parece carburar solo a ratos. No se escapa el equipo de la lupa. El clásico del domingo (21.00 horas) llega con los dos trasatlánticos navegando en un mar de dudas.

Pero la trascendencia de una cita como la del domingo es la oportunidad deseada para dar un golpe de autoridad. Para el Madrid, es una cuestión de supervivencia. De escapar del reflejo de la temporada pasada, cuando las opciones a pelear los títulos se esfumaron en marzo. La Real acabó con la Copa y el City ha dejado la Champions, trofeo fetiche, solo al alcance de una gesta. La Liga es el refugio en el que pasar el temporal.

Las dudas han llegado cuando el equipo ha regreso a los malos hábitos. Cuando el Madrid ha abandonado el orden abrazado. Tras una racha de cuatro meses sin perder y un enero inmaculado (ocho victorias en tantos encuentros) febrero le ha dado un bofetón de realidad. Nada como los últimos 10 minutos ante el City para resumir el estado de ansiedad en el que vive el equipo. Solo ganar al Barça y recuperar el liderato calmaría las aguas. "Ojalá podamos dar un golpe encima de la mesa", ha resumido Ramos en sus redes sociales.

El clásico llega como un todo o nada. Una tabla de madera a la que agarrarse y evitar el naufragio. Recuperar el orden que impuso Zidane en los primeros meses de competición aparece ahora como la única fórmula válida para volver a sonreír.

Para el Barça la evolución es, en cierto sentido, opuesto. A Setién le costó entrar con buen pie en el Camp Nou, con un juego lento y redundante. El castigo mayor llegó en San Mamés con la dolorosa eliminación copera. Pero la última semana ha dado motivos para la satisfacción.

A la victoria más holgada de la era Setién (5-0 al Eibar) se le ha sumado el gran resultado cosechado en Nápoles, un 1-1 que acerca los cuartos de final de la Liga de Campeones, aunque no despeja las dudas. El Barcelona de San Paolo se atascó en muchos momentos (no tiró a puerta en el primer acto) y demostró otra vez que los rivales tienen capacidad para inmunizarse del sobrecargado juego de pase azulgrana.

El debate se centra en el estilo. En la fórmula Setién y sus diferencias con el cruyffismo y la creación perfecta de Guardiola. Ningún escenario como el Bernabéu para probar la patente de Setién. Como en el caso blanco, el clásico emerge para el Barça como una cuestión reivindicativa, como algo más que un partido.