Si el Leyma asciende a la ACB, Carlos Martínez será el primero en celebrarlo. Sea en la pista, en el banquillo o en la grada. No importa que su situación sea la más complicada que a un jugador le pueda tocar, en un limbo en el que no está ni fuera ni dentro del equipo. "Sigo perteneciendo a la disciplina del club y estoy a disposición del cuerpo técnico", aclara. Y como tal, va todos los días a entrenar con el resto de sus compañeros. Pero cuando llega el día del partido, no se viste de corto. El fichaje de Álex Llorca provocó overbooking de fichas. Trece. Un número de la mala suerte para el coruñés, el principal perjudicado. Ya no contaba para Sergio García. Con la llegada de uno más, alguien le tenía que ceder el sitio. Y uno más uno son dos. Después de negociar con la directiva naranja, esta decidió que no abandonara el club en el mercado invernal que se acaba de cerrar pese a que tenía posibilidades de salida. "Vine para crecer con el club de mi ciudad y si lo tengo que hacer desde aquí, lo haré", dice. La definición de profesionalidad. "Es que ser profesional es para lo bueno y para lo malo". Para sacarse el sombrero.

Martínez se encoge de hombros cuando se le pregunta si no hay feeling con el entrenador. "No es algo personal. Él hace lo que cree que es mejor para el equipo para ganar partidos. Seguro que lo hace por el bien del equipo y yo tengo que asumirlo por el bien del equipo también", responde. Ni una palabra más alta que la otra. Aunque para él, que se formó en la cantera del Leyma, le duela especialmente la situación. Es un espejo para los niños. No hace tanto que él era uno de esos que iba a ver a su equipo a la Polideportiva de Riazor, cuando Antonio Pérez dirigía un proyecto que despuntaba en LEB Plata con Robert Joseph como uno de sus principales jugadores. Sobre la pista, sus aptitudes llamaron la atención de Baskonia y se marchó a terminar su formación a la cantera del club de ACB. Pero volver a casa siempre estaba entre sus planes. Cuando recibió la llamada la temporada pasada, no se lo pensó. "Era algo que no podía rechazar porque inevitablemente tengo una implicación emocional con el equipo y con la ciudad porque es mi casa", señala. Y la afición, con él. "Estoy muy agradecido, me han dado su apoyo en las buenas y en las malas".

Con Gustavo Aranzana tuvo un papel importante. Pero en este curso su progresión (porque no hay que olvidar que tiene 24 años) se truncó. El tercero en la lista de preferencias de Sergio García para su puesto, jugó minutos testimoniales cuando las victorias ya eran muy evidentes y con un rol muy específico: quedarse en una esquina para el tiro abierto. Pero no tuvo continuidad ni cuando las enchufó ni cuando sus compañeros estaban lesionados. Él sigue esperando su oportunidad desde su discreción habitual. "Que en tu empresa crean que no eres útil en este momento no significa que tu pensamiento sea el mismo ni que no se pueda cambiar esa percepción que tienen de ti. Siempre hay que luchar", afirma. Quizás en otro equipo de la categoría estaría más aprovechado, pero no quiere pensar en arrepentimientos. "Esto es algo que nunca te esperar", reconoce. Los resultados mandan. El Leyma está luchando por el play off de ascenso. Es tercero. Por qué no soñar con algo más. "Le tenemos el basquetaveraje a los de arriba, aunque aún tenemos que ir a Valladolid", recuerda.