Un retraso de doce meses no significa lo mismo para un deportista que vive sus primeros años en la élite que para quienes ven más cerca el adiós. El anuncio de que los Juegos de Tokio se desplazarán a 2021 (previsiblemente en fechas similares a las que estaban previstas aunque este extremo queda pendiente de confirmación por parte del COI) supone un trago más difícil de llevar para aquel grupo de deportistas que veía en la de Japón su despedida del olimpismo (que no del deporte). Más allá de estados de forma o lesiones, este grupo es el que más perjudica el retraso obligado por la pandemia del coronavirus.

En este grupo están dos de los grandes del deporte gallego como son Javi Gómez Noya y Teresa Portela que habían decidido que Japón supondría su despedida olímpica. Con 37 años a cuestas, ambos entendían que era el momento de buscar un pedazo de gloria olímpica antes de dedicarse a otras tareas tanto personales como deportivas. Pero el retraso les enfrenta a un reto aún mayor, el de llegar a los 38 años con capacidad para competir con los mejores de su especialidad y alcanzar Japón en condiciones de subirse a un podio (el segundo en el caso del ferrolano, el primero en el de la canguesa).

Hace cuatro años Teresa Portela se planteó poner fin a su carrera olímpica. Después de Río de Janeiro, con 33 años cumplidos, por su cabeza pasaron diferentes posibilidades como ella misma reconoció en aquel momento. Una de ellas era la de apartarse del deporte de altísima exigencia, algo especialmente comprensible en quien llevaba desde los diecisiete años acudiendo de forma puntual a los Juegos. Pero le pudo el ansia y la ambición de lograr esa medalla olímpica que merece su inmensa categoría y que en alguna ocasión se escapó por una simple décima como ocurrió en Londres en 2012. En Japón, dentro de un año, vivirá sus sextos Juegos Olímpicos y se convertirá en la primera española en alcanzar semejante logro. Lo hará doce meses después de lo previsto algo que inevitablemente tendrá un coste que ella espera minimizar al máximo. "El trabajo que he hecho para llegar en condiciones a los Juegos de 2020 tiene que servirme para el futuro", aseguraba ayer. Teresa ha vuelto a dar muestra de su capacidad para pelear con las mejores de su especialidad como puso de manifiesto en el último Mundial donde volvió a subirse al podio confirmando que es una de las grandes de siempre en la distancia de los 200 metros. Pese a tratarse de una prueba explosiva que se supone se ve lastrada por la edad, la canguesa sigue decidida a contradecir las reglas escritas y a llegar a 2021 en condiciones de completar su palmarés con esa medalla olímpica que posiblemente nadie merece más que ella. La pandemia por el coronavirus ha decidido hacer que ese reto sea aún más complicado, pero Teresa Portela lo afronta con esa actitud positiva que obliga a olvidarse de su edad cada vez que se sube al barco a competir.

El caso de Javi Gómez Noya tiene muchos puntos en común con el de Teresa Portela. Como la palista, el triatleta llegará a la nueva cita con 38 años a cuestas aunque a diferencia de ella su especialidad penaliza algo menos la edad aunque sigue siendo un factor importante. Gómez Noya también se hizo muchas preguntas después de Río de Janeiro. Se perdió la cita en Brasil tras sufrir una caída en un entrenamiento, un cruel guiño del destino en un momento en el que su estado de forma hacía pensar en un resultado extraordinario como había demostrado solo un año antes dando un verdadero recital en el mismo escenario donde se iba a jugar las medallas.

Su versatilidad le llevó en este tiempo a explorar distancias, a coleccionar mundiales en otros terrenos, a aventurarse en el Ironman...pero a la hora de la verdad el ferrolano no podía dejar pasar la ocasión de volver a pelear por la gloria olímpica. Una plata en Londres era insuficiente para quien debió recoger mayor premio en su carrera (la caída de 2016, la lesión con la que compitió en Pekín en 2008) y su edad le obligaban a pensar que estaba ante su última oportunidad en la distancia olímpica antes de buscar definitivo acomodo en la larguísima distancia. El retraso aplazará su despedida olímpica hasta los 38 años donde su competitividad volverá a someterse a un nuevo y complicado examen. Pero Gómez Noya siempre ha sido una garantía cada vez que se coloca un dorsal en el pecho.