Ramiro Amarelle (Ponteceso, 1977), uno de los mejores jugadores de todos los tiempos de fútbol playa, es desde hace tres años seleccionador de China, fue futbolista del Milán, con sede en la zona de Lombardía, y ahora pasa la cuarentena en su casa de A Coruña, donde analiza la pandemia desde muchas vertientes.

Todo lo que está sucediendo en España. ¿Lo vio venir?

No te sorprende. En China están aislados desde el 24 de enero y yo hablaba con mis jugadores y con gente de allí, y te lo iban contando, lo ves venir, eres más consciente; te obliga a espabilar.

¿Cuándo fue la última vez que estuvo en China?

Regresé en Navidad. Nunca paso allí más de mes y medio. Solo hay liga estacional en verano, pero hacemos campus, formación y también captación en universidades. Tenía que haber ido el 10 de febrero para una concentración, pero la aplazamos. Teníamos otras en marzo y en abril y pasó lo mismo. En mayo nos toca una de tres meses en Mallorca, pero está en el aire, yo sigo trabajando. En China ha mejorado la situación, pero ni quieren venir ni dejan entrar a nadie en el país.

¿Algún miembro del equipo nacional contagiado?

Ni ellos ni ningún familiar cercano. Alguno estuvo en casa, con gripe, pero ninguno hospitalizado o grave.

¿Cree que, por cultura, el pueblo chino está más preparado para acatar las reglas de un estricto confinamiento?

Lo hicieron porque les mandaron. También es cierto que hoy no tienen prohibición, pero ellos, por precaución, siguen las recomendaciones. Puede ser que sean más receptivos a las órdenes porque el respeto a la autoridad, a las reglas, lo siguen más. En realidad, deberíamos hacerlo todos por muy latinos que seamos. Aquí somos mucho de autoengañarnos, pero yo soy más de ver los tanques y las muertes en Italia, prefiero eso, porque me frena, me dice que "no va todo bien, ¡cómo va a ir bien!" Cuando vi lo de China ya me preocupé y luego más con Italia, donde tengo amigos.

Jugó en el Milan, en la zona de Lombardía, una de las más afectadas. ¿Alcanzó a algún conocido o a alguien cercano?

No directa, pero sí indirectamente: familiares o conocidos de amigos. Aquello, por desgracia, es una masacre.

Teniendo más información desde China, ¿cuándo repara en la gravedad de la situación?

A mediados de enero, cuando allí empiezan a valorar restricciones porque se expande el brote. Ahí digo: "Peligro". Lo mismo aquí. Cuando hay casos y contagios, ya no hay control, dónde se pone el límite, cómo se frena. A pesar de la desgracia, en China coincidió más o menos bien porque era su fin de año. Es como una Navidad nuestra, pero no salen de casa, no van de vinos, están con la familia. Se saltan la parte social y tienen menos riesgos. Luego ya restringió el gobierno.

¿Aquí se reaccionó tarde?

Sin duda. No fuimos conscientes de lo que se nos venía encima. No soy quién para juzgar, pero solo hay que ver lo que pasó alrededor. Yo en mi trabajo cuando pierdo o no mejoro a un jugador, me doy cuenta. No hemos conseguido controlar cosas que en otras países sí. Pero lo que pasó ya no se puede cambiar. Y eso que en Galicia nos damos con un canto en los dientes, porque no somos capital ni gran ciudad. Con la cantidad de gente que se mueve en Madrid, eso era una bomba.

¿Echa de menos la arena, la playa, su hábitat?

Hay que ser conscientes de la realidad. Me preocupa la gente de mediana edad y mayor a la que hemos educado culturalmente en salir a caminar, hacer deporte, comer saludable y tener vida social, porque eso rejuvenece, da vida. Y ahora los obligamos a quedarse en casa y eso es duro. Pienso mucho en esa gente, en los que están en espacios pequeños con familias grandes y en los que tienen dificultades económicas, esos sí sufren. El resto solo nos piden que estemos en casa, es una cuestión de responsabilidad social, de ética y valores. Es de sentido común con la de gente que se juega la vida. Yo la admiro, lo nuestro no es nada. No podemos considerarnos héroes. Hay que saber mantenernos en nuestro lugar.

Lleva ya tres años trabajando en China. ¿Cómo está resultando la experiencia?

Es bonita y compleja. Hay que empaparse de la cultura. En España tardamos 20 o 25 años en lograr que se jugase al fútbol playa, imagina China. Ahora están masificando el fútbol. Hay que hacerles entender el deporte como herramienta educativa y social, ellos lo veían como algo individual y esto es cooperativo. En el deporte de equipo influyen más factores: organización, estructura... China es minipaíses dentro de uno grande. Tienen recursos materiales, humanos, económicos y sociales para hacer lo que quieran. La experiencia está cubierta para mí al 200%.

Más que entrenarles, hay que cambiar mentalidades, ¿no?

Les encantan lo mecánico, lo automático y el fútbol es asociación, relacionarse, y se les complica. Y abarca cosas que no son disciplina: descanso, entrenamiento, preocupaciones, prevención... Ellos funcionan con repeticiones. Son aspectos que te hacen plantearte cosas, enriquecen.