LaLiga anhela la llegada del día después, esa mañana en la que se acabe el confinamiento, se reabran las ciudades deportivas y el reinicio de la competición esté más cerca. De momento, es una aspiración más que una realidad, pero en otras latitudes ya se ve esa luz al final del túnel. Uno de los que ha podido volver a pisar césped y corretear con el balón, aunque con severas restricciones, es el coruñés y exdeportivista Dani Cancela, lateral del Kitchee hongkonés. Su relato es un adelanto de lo que se verá en breve en España. "Entrenamos tres futbolistas cada hora y lo hacemos dos en campos diferentes y uno en el gimnasio. Cuando acabamos, nos duchamos y cambiamos en vestuarios independientes. Antes de entrar la siguiente tanda, desinfectan todo. Así, de nueve de la mañana a siete de la tarde", relata sobre una realidad muy diferente a la que formaba parte del día a día hasta hace menos de un mes de cualquier equipo de élite.

Las incomodidades son manifiestas y suponen un avance, aunque también la constatación de que el regreso a la normalidad está lejos. A pesar de todo, el zurdo considera que esta vuelta condicionada es un oasis en el desierto de las últimas semanas. "Es raro, pero anima mucho ya solo poder trabajar sobre el césped, correr y dar de nuevo patadas a un balón, aunque en unos días ya nos parecerá poco y querremos más. Espero que, en breve, podamos hacerlo en grupos de tres o cuatro", afianza quien vive en un país que sufre la segunda oleada de casos de coronavirus, unos 800, centrados sobre todo en los extranjeros que regresaron a Hong Kong en las últimas semanas y en los jóvenes locales que estudian durante el curso en Gran Bretaña y que fueron repatriados ante el avance de la pandemia en suelo inglés.

Haber pisado de nuevo el terreno de juego abre una puerta a la esperanza para el fútbol local y para el de todo el orbe que espera recorrer en nada y con celeridad el mismo camino, aunque la realidad parece marcar otro ritmo. Los pasos, a partir de ahora, no dejarán de ser lentos y graduales. De hecho, en Hong Kong no cuentan con volver a la competición hasta después del verano. "Ocho de los diez clubes no quieren que haya competición hasta enero, también por falta de patrocinadores, pero dudo que estemos ocho meses sin competir. Eso sí, hasta el mes de septiembre seguro que no se reanudará", asevera.

En casa, una realidad diferente

Cancela aún está en alerta y vive, de momento, un confinamiento voluntario. Aun así, respira aliviado al vivir en un país con pocos casos y después de muchos vaivenes. En enero decidió que su familia viajase a Galicia ante el avance del coronavirus en Asia y a mediados de marzo tuvieron que adelantar la vuelta y recorrer el camino inverso llegando desde Portugal por el inminente cierre de fronteras y con el riesgo de que al llegar a Hong Kong fuesen destinos a uno de los centros públicos de confinamiento: "Fue un susto grande, lo pasamos mal, pero finalmente todo salió bien".

El bagaje que supone llevar una década en suelo asiático le hace argumentar con facilidad las razones que explican que la magnitud del contagio sea diferente en España y en Hong Kong. "Es un país más pequeño, pero realmente es algo cultural. Marca la diferencia el respeto a las recomendaciones, las distancias y el uso de las mascarillas. Es imposible ver a alguien sin ella por la calle. Ahora vas al Starbucks y hay gel en la puerta y te toman la temperatura. Así llegan casos a cuentagotas", relata de un país que ha llevado un control estricto. "No hacen pruebas, salvo que tengas síntomas o hayas estado en contacto con algún positivo, pero es fácil acceder a test privados. Los asintomáticos que llegan de fuera se confinan en casa y les ponen brazalete. Además, hay una app para saber si en tu vuelo de regreso hay algún infectado, hasta puedes saber en qué asiento viajaba", cuenta el coruñés de una realidad diferente.