Las becas deportivas en las universidades de Estados Unidos se han convertido en los últimos años en una de las salidas idóneas para aquellos que quieren continuar con su formación académica a la vez que entrenar al máximo nivel. El coruñés Xabier Carneiro es uno de esos muchos españoles que combina ambas facetas. En Green Bay (Wisconsin) cursa por un lado Ingeniería Mecánica y por otro entrena a natación, un deporte en el que incluso ha llegado a ser internacional con la selección española de aguas abiertas. Pero también el coronavirus ha amenazado esta situación ideal. El nadador del Club del Mar tuvo que regresar precipitadamente a España antes de quedarse atrapado en el país que le daba cobijo, al que no sabe cuándo podrá regresar. Mientras, por lo menos no ha perdido el semestre porque mantiene las clases online y también es examinado a distancia. Lo más complicado es la piscina. Lo único que puede hacer es entrenarse en seco. "Pero los nadadores necesitamos el contacto con el agua. Mi temporada allí terminó el veintipico de febrero, así que llevo dos meses sin piscina. Estoy deseando volver", dice.

Cuando las autoridades sanitarias lo permitan, volverá con su entrenador, Pablo Barros, del equipo de San Amaro, y con el resto de los compañeros con los que compartía piscina hasta hace dos años, cuando decidió dar el paso e irse a estudiar a Estados Unidos. "Ya llevaba también cuatro años fuera porque estaba en el CGTD de Pontevedra y aunque no es lo mismo, ya no era tan complicado pensar en estar fuera de casa", recuerda. Un año antes se había marchado su amiga y compañera de club Macarena García, que se lo recomendó. "Yo tenía muy claro que quería seguir nadando y eso en España es más complicado. Estoy muy a gusto y mi idea es quedarme los cuatro años de la carrera", reconoce.

Pero todavía no sabe cuándo podrá regresar y ni siquiera si cuando lo haga será a la universidad de Green Bay o tendrá que buscarse otra. "Tienen un problemas con las becas. Y yo sin beca no puedo ir", se lamenta. Se tuvo que despedir casi sin tiempo. "Fue todo muy rápido", recuerda, "porque yo ya tenía pensado venir la semana del 18 de marzo, porque allí no hay clases, pero cuando empezó todo en España. mis padres empezaron a decirme que no viniera, que me quedara allí y como encima Trump cerró las fronteras con Europa, no me quise arriesgar a venir y después no volver". Eso en un principio. Cambió de planes e incluso ideó unas vacaciones en Nashville. "El mismo día 18 estaba en el aeropuerto para viajar y fue mi entrenador de Green Bay el que me dijo que no me fuera, que tenía miedo de que pasara algo", continúa. Volvió al campus y el ambiente ya estaba enrarecido. "Unas compañeras alemanas estaban comprando los billetes para volver a casa. Yo pensaba que era exagerado, pero dos días después estaba haciendo lo mismo. Había que volver a casa", añade.

Atrás deja, dice, "un mundo diferente". Tanto en el ambiente universitario como en el deportivo. Estados Unidos es el líder mundial de la natación, el país con más campeones olímpicos. Así que quizás allí también haya descubierto la fórmula del éxito. "Pues la verdad es que no le encuentro explicación", responde. "Los entrenamientos son diferentes. Más cortos, pero más intensos. Están divididos en tres partes muy claras y sabes muy bien lo que tienes que hacer en cada una de ellas", explica. Tampoco hay tantas competiciones. "Hay dos importantes al año, el resto son competiciones entre universidades que son como un partido de fútbol pero en natación. Viene mucha gente a vernos y hay mucho ambiente, por eso los deportistas somos respetados", sigue analizando. Y da resultado: "El año pasado, sin matarme tanto a entrenar como hacía aquí, llegué en verano y estuve en mis marcas e incluso algunas las rebajé. Estoy muy contento".