María Gómez, Martita López-Pardo y Patri Corral llegan a María Pita donde esperan Alba Díaz, Lara Yáñez, Mara Cortés, Tati Casal y Bea Sanz. Nadie repara en ellas ni en sus camisetas naranjas, rojas y blancas. Si eso, un par de miradas cuando el fotógrafo las junta a los pies de la estatua de la heroína coruñesa. Ellas, con sus ascensos con el Viaxes Amarelle, el Borbolla y el Maristas, también fueron las encargadas de defender el honor del deporte de la ciudad en esta atípica temporada. De nuevo los equipos femeninos como motor de los éxitos deportivos. Pese a todo. Incluso su invisibilidad. Si con poco han conseguido tanto, ¿hasta donde podrían llegar? Los tres ascensos fueron completamente diferentes. Pero lo que sí tienen en común es el constante apoyo de sus clubes al fútbol sala, el hockey sobre patines y el baloncesto femenino, con una contribución vital para su evolución. Ahora lo harán desde la máxima categoría en el caso de Amarelle y Borbolla y en la categoría de plata en el del Maristas.

El éxito más reciente es el del Viaxes Amarelle. También fue el único que se lo ganó sobre la pista, aunque tuviera que esperar cuatro meses y medio. "Fueron meses muy largos porque además pasó mucho tiempo desde que empezó la desescalada y pudimos jugar", señala María Gómez, una de las capitanas de la plantilla. "En muchos momentos incluso creíamos que no iba a haber partido", confirma Patri Corral. De ahí su mérito. Se lo jugaron todo en 40 minutos. De nada había servido haber hecho una temporada prácticamente perfecta en la que solo habían cedido dos empates. Un partido marcaría su éxito o fracaso. "Necesitamos mucha preparación de cabeza", reconoce Corral, que este año volvió al equipo para repetir ascenso. "En la primera parte salimos muy nerviosas. En la segunda no asentamos en la pista, nos lo empezamos a creer y eso se notó a la hora de tocar el balón, descolocarlas y jugar con más criterio", resume María sobre el partido de hace una semana. Eran las favoritas y demostraron ser una apuesta segura. Ahora piden una ayuda extra en forma de patrocinador para ayudarles a afrontar el curso en Primera que empezará el 5 de septiembre, casi sin darles tiempo a la planificación de la temporada.

"Un ángel de la guarda" es como definió Santi Martínez, entrenador del Borbolla, el apoyo que les llegó para apostar por volver a la OK Liga femenina. En su caso fue por concurso y tuvieron un rival tan duro como el Liceo. Su proyecto convenció más a la Federación. "Al no haberlo demostrado sobre la pista siempre quedará esa duda, pero entiendo que nuestro proyecto fuera el vencedor" defiende Alba Díaz. Su compañera Lara Yáñez reconoce que el ascenso era el objetivo de la temporada: "Y no solo este año. El club lleva un proyecto de varios años, eso se plasmó en ayudas, llegaron refuerzos que nos vinieron muy bien. El objetivo era jugar la fase de ascenso, pero como no se pudo tuvimos que buscar otras vías". Cuando salió el concurso, el Borbolla ni se lo pensó. A partir del 26 de septiembre vivirá su segunda aventura en la elite, que cambia de formato a una liga de dos grupos, lo que abarata los costes, si bien los viajes a Cataluña no son tantos como en la categoría masculina, con más presencia de equipos madrileños y asturianos.

El caso del Maristas es parecido en cuanto al apoyo al equipo femenino. "Nunca recibimos un no por respuesta. Siempre nos han dicho que si nosotras lo conseguimos, ellos van a estar ahí para apoyarnos", resume Tatiana Casal. Y el ascenso también fue similar, en los despachos, aunque no hubiese tenido esa opción si la parte deportiva no hubiese acompañado. "Estábamos colíderes. No nos pueden quitar el mérito de haber ganado todos los partidos excepto dos", sostiene Bea Sanz. "Este año hubo muchos cambios y se añadió un grupo en Liga Femenina 2, así que teníamos muchas opciones", añade Mara Cortés. Las tres claman revancha para demostrar sobre la pista que se merecen estar en la categoría de plata. "La misma que la del Básquet Coruña", apunta Sanz, para pedir igualdad de condiciones. "Buena suerte", se despiden y desean las ocho. El trabajo ya lo pondrán ellas.