Una, dos y hasta tres veces. Sin arrugarse, sin mirar hacia atrás y con un pedaleo brusco, como si fuera un veterano curtido en mil batallas. Y solo tiene 21 años. Se llama Tadej Pogacar y por sus piernas y las del ausente Remco Evenepoel, de la misma quinta, pasa buena parte del ciclismo mundial de los próximos años.

Una, dos y hasta tres veces atacó el jovencito Pogacar en la subida al Peyresourde, la primera etapa intensa del Tour, la primera de verdad, la primera de las dos programadas en los Pirineos. Sirvió su furia para dejar a cara descubierta a todos los que van a pelear por la general de la carrera. Sirvió su ofensiva para señalar a los que ya no ganarán esta carrera. Pogacar es mucho Pogacar. Ya fue tercero hace un año por estas fechas en la Vuelta. Y sin arrugarse, sin miedo y con firmeza y confianza se ha estrenado en el Tour para evidenciar que va a ser uno de los favoritos, y que si no lo gana este año por su tierna edad, en el futuro lo aguarda el podio de los Campos Elíseos con el cajón más elevado preparado para él.

El viernes, es joven, se despistó, al igual que Mikel Landa, cuando el viento soplaba de costado, y regaló más de un minuto. De haber entrado en Lavaur con el resto de favoritos hoy sería el líder del Tour; hoy no pasearía Adam Yates el jersey amarillo en la despedida pirenaica.

El ritmo de Dumoulin

Pogacar atacó después de que Tom Dumoulin se descubriera como gregario y no como líder del Jumbo. Demarró una primera vez cuando el ciclista neerlandés había empezado a sembrar la carretera del Tour de ciclistas vencidos que no podían seguir su ritmo; entre ellos, Julian Alaphilippe, en un día en el que Romain Bardet y Guillaume Martin salvaron el honor francés con Thibaut Pinot tocado y hundido.

La primera vez solo Primoz Roglic, con cara de verse el más fuerte y el máximo aspirante a la victoria después de descubrirse como líder único del Jumbo, y Nairo Quintana osaron seguirlo. El resto, detrás, sálvese quien pueda. Egan Bernal sin suficiente espíritu para tapar el hueco, Landa, a su rueda, y solo Rigo Urán, fuerte como no se le veía en mucho tiempo, era capaz de devolver el orden al grupo.

¡Ay madre mía! ¡Ay, que Pogacar no iba a estarse quieto! Hizo un segundo amago y a la tercera, la vencida. Nadie pudo con él, por mucho que Landa y Richie Porte trataran de reaccionar para buscar una captura imposible. Sacó 40 segundos a todos (38 a Bardet). Y tiene todavía un sinfín de montañas, sin contar las de hoy (sobre todo el Marie-Blanque en la fase final de la etapa) para apretar el botón de combate en cada jornada decisiva.

La primera etapa de los Pirineos devolvió al Tour a la esencia de julio, tras unas jornadas iniciales aliadas con el tedio y entre carreteras vacías. Incluso se podría escribir que, vistas las condiciones actuales de la pandemia en Europa, quizás había demasiado público, la mayoría, aunque no todos, con mascarilla, en las cuestas del Peyresourde. Y eso que, prohibidos los coches, buena parte de ellos ascendió en bicicleta. No se pueden hacer bromas. Ni una.

Como bromas no hizo Nans Peters para ganar fugado y en solitario y para arreglar un poco el día a los aficionados franceses tras la debacle de Alaphilippe y el hundimiento total de Pinot. Segundo triunfo francés tras ocho etapas disputadas.