Todavía con la plantilla sin cerrar, a la espera de la incorporación de las chilenas Fernanda Tapia y Fernanda Muñoz, el Borbolla echa a rodar su tercer proyecto en la OK Liga femenina. Regreso a la elite con ilusión, un equipo joven y el objetivo realista de la permanencia. "Confío mucho en ellas", dice el que estará una vez más al frente de la plantilla, Santi Martínez, que no cree que tengan nada que demostrar a nadie. "Somos el club que más apuesta por el femenino de la ciudad y nos merecíamos la plaza igual que el resto", afirma.

"Afrontamos la vuelta con mucha ilusión y yo creo que formamos un equipo bastante majo", analiza Martínez, "pero somos realistas y nuestro objetivo es la permanencia porque somos los novatos". Entre la plantilla, con una edad media muy baja, solo Julia Cabanas y las hermanas Lucía y Lara Yáñez tienen experiencia en la máxima categoría. "A medida que vaya pasando la competición van a ir creciendo bastante y confío mucho en ellas", valora. Además, tendrá que empezar sin sus dos fichajes internacionales, con problemas burocráticos para salir del país. Eso implica que en el partido de hoy, la joven Edén Avecilla sea la elegida para la portería. "En el torneo que jugamos en Portugal la semana pasada rindió a un nivel altísimo, pero tiene 17 años y es nuestra apuesta de futuro", matiza.

Por eso cree que el calendario y el sistema de competición, dividida en dos grupos, no les favorece. "Nos tocan los rivales directos en la primera fase y después se acumulan los puntos para la segunda. Prefería que nos tocarán esos equipos en la segunda, que se supone que el equipo estará más hecho", explica. Está convencido de que irán de menos a más. Aunque la base del equipo es la del año pasado, ya pensado para ascender, todavía necesita rodaje porque la pandemia provocada por el coronavirus frenó la competición y les corto la progresión. Eso también hizo que no se pudiera disputar la fase de ascenso y que la plaza se otorgara mediante un concurso al que se presentaron tanto el Borbolla como el Liceo, que finalmente fue para las de Monte Alto.

"Yo no sé quién se lo merecía más, solo sé que todos nos podíamos presentar y después se ganaba o se perdía, como en un partido", esgrime y defiende a su club: "No tenemos que demostrar nada a nadie. Solo pelearemos por un proyecto por el que ya llevamos muchos años apostando. Somos el club de la ciudad que más apuesta por el femenino, con actividades, dando las mismas oportunidades y sin separar a niños y a niñas y eso se demuestra que en todas las categorías tenemos equipos mixtos, incluso en el júnior del año pasado ellas eran mayoría". Cero polémica por su parte. "Si nos mantenemos y el año que viene suben otros equipos gallegos, Liceo, Cambre, Raxoi... muchísimo mejor", dice.

Martínez defiende el honor de un club pequeño, de barrio, uno de los dos únicos de la ciudad (el otro es el Riazor) que no tiene la estructura de un colegio detrás, y todo lo que cuesta desde estas circunstancias el llegar hasta lo más alto. "Solo en pista pagamos más de 1.000 euros al mes. Y tampoco tenemos esa fuente de niños de los colegios", reconoce. "Hace unos años pudimos subir, pero teníamos que traer a toda la gente de fuera porque las niñas eran pequeñas. Preferimos que crecieran las que teníamos. Dejamos pasar el tiempo y ahora ya están preparadas. Es nuestra filosofía", añade.

Si en circunstancias normales la logística de un equipo gallego de hockey sobre patines ya es complicado, por el elevado número de desplazamientos, los protocolos que hay que seguir esta temporada aumentan un grado de dificultad. Solo 30 personas podrán sentarse en las gradas, por lo que tendrán prioridad las familias de las jugadoras. "Es un poco locura todo. Y después, que los protocolos se van pisando. El del CSD no exige test. El de la Xunta, sí cada quince días. Así que nosotras nos los hicimos (todos resultados negativos) pero el Alcorcón vino y no tuvo por qué habérselos hecho", se queja.