Como si hubiesen ido en moto o en vuelo rasante durante 143 kilómetros. Fue algo así como un esprint que comenzó en el kilómetro cero y acabó cuando Arnaud Démare por delante de Peter Sagan, lo que ya empieza a ser un clásico, levantó los brazos en la meta de Bríndisi, la puerta de Oriente. El Giro batió este viernes su récord de promedio en una etapa. ¡Increíble! Llegaron casi con media hora de adelanto y con una media de 51,2 km/h.

Si el jueves la gente corría por las empinadas calles de Matera para buscar una posición privilegiada junto a la valla situada ante el podio, este viernes era porque llegaban tarde, porque se habían entretenido más de la cuenta, un capuchino o una grappa extras, y se habían perdido la tercera victoria de Démare. ¡Cómo se debe arrepetir el conjunto Groupama! Lo dejaron en casa durante el Tour porque apostaron en cuerpo y alma por una victoria de Thibaut Pinot. Y a la primera etapa de montaña desapareció de la faz de la ronda francesa.

Seguro que Démare habría sido el dominador en las llegadas del Tour como lo es aquí en las del Giro. Pero difícilmente habría ganado al promedio alcanzado en Bríndisi.

Batalla de inicio

Y es que a las 9 de la mañana el viento ya estaba en rebeldía en la ciudad de Matera, de donde partió la séptima etapa. Nada más salir había una bajada pronunciada y al terminarla se descubría el kilómetro cero. El que se descuidó porque se ajustaba el 'maillot', porque colocaba correctamente estos bidones que se caen con demasiada frecuencia, madre mía ¡menudo sofocón! En un abrir y cerrar de ojos, esprint a la vista, todos en fila india, todos de un lado a otro de la carretera. El aire lateral invitaba al corte y no hay mejor equipo en el mundo que el Deceuninck belga para ponerlo todo patas arriba. Y más, como es el caso, si se da la circunstancia de que uno de los suyos, Joâo Almeida, es el líder del Giro.

Hay etapas donde se vibra más con la salida que con una llegada que anunciaba el triunfo de Démare si no había un destrozo general. Y ese fue el caso. Jakob Fuglsang, al que muchos dan como gran cantidato a la victoria final, se quedó cortado al igual que Pello Bilbao, segundo de la general, el que sueña con vestirse de rosa, aunque sea un par de días, el que se fue a dormir preocupado porque todos estaban advertidos del viento.

Una persecución brutal

Fue entonces cuando se organizó una persecución brutal, exagerada, en ese esprint continuo, unos tratando de pillar y los otros intentando no ser capturados, unos eran ratones y los otros eran gatos. Al final, la imagen de la felicidad, la de Bilbao, hablando con compañeros del pelotón cuando el enlace ya se había producido.

Viento de escándalo, que movía los olivos y las viñas, entre el aceite y el vino de la tierra, de Apulia, con el Adriático como testigo. Caídas cada dos por tres y encima en los últimos 45 kilómetros se circulaba por una autovía de dos carriles. "Con el viento no fue nada fácil pero mi equipo marcó la diferencia. Es extraordinario conseguir la victoria en tres etapas". Démare estaba muy feliz por el triunfo y ciertamente su equipo, el Groupama, hizo un buen trabajo en los últimos kilómetros. Y eso que a 51,2 kilómetros por hora es muy difícil poder tomar decisiones. En el Giro y en cualquier otra parte.