Cada fin de semana, las playas coruñesas y de los alrededores amanecen con cientos de surfistas, unos en fase de formación y otros ya con experiencia. Una tendencia al alza constante durante los dos últimos años, pero que tras el confinamiento se ha confirmado como un auténtico boom. "Es una pasada, se puede ver a 200 surfistas en el agua", destaca Juan Fernández, que cree que la impresión de que el surf es seguro en el contecto del coronavirus, por ser un deporte individual, al aire libre y en el que se puede mantener la distancia social, contribuye a este crecimiento exponencial.

"Todo tiene sus pros y sus contras", reflexiona el coruñés. "Cada vez es más complicado ir a surfear con los amigos y estar solo", dice, "pero esto también ayuda a que sea más conocido y que mueva más dinero". El éxito está en la moderación, para que no ocurra algo parecido a las escaladas al Everest: "Cuando se aprende a surfear también hay que interiorizar unas normas que ayudan a que haya un poco de orden, pero también que hace que todo sea más seguro. Si no, llegará un momento en que sea imposible".