Uruguayo. 22 años. Central. Llegó al Barça B en el verano del 2018 después de transitar por clubs secundarios en su país (Huracán de Rivera, Rentistas y Boston River) antes de aterrizar en Europa. El club azulgrana pagó 1,7 millones de euros por un defensa que empezó siendo delantero.

¿Dónde empieza a jugar?

Yo empiezo en la calle. En mi casa, en Mandubí, un barrio humilde de Rivera, había un pasillo largo. Y ahí, entre las casas, es cómo yo empecé. Pero luego al fútbol, un poco más en serio, fue en el Huracán de Rivera. Tenía cinco años. En mi ciudad, un lado de la calle es Uruguay y el otro de Brasil.

¿Qué se siente? ¿Uruguayo? ¿O brasileño?

¿Yo? ¡Uruguayo, uruguayo! Hablo portugués porque ahí, en la frontera, casi todos lo hacemos y porque mis abuelos proceden de ahí. Soy Da Silva de apellido, toda la familia de mi madre es brasileña.

¿Cómo es su barrio?

Es muy grande, quizá de los que más habitantes tiene en Rivera. Yo vivía en un lugar muy, muy humilde. Pero era un barrio donde las personas son muy amigables, viven felices, pese a las dificultades, por supuesto, que les toca afrontar. Hice muchos amigos en el barrio cuando era chiquito. Eran calles de tierra, claro. Ahora ya está mas actualizado. Pero era piedra, arena, tierras. Pasaba un camión y te llenaba la casa de tierra (ja, ja, ja).

Ahí empieza a jugar.

Sí, claro. Enfrente de casa teníamos también un campo. Primero en el pasillo, luego íbamos allí. Era un campo municipal, cortábamos el pasto y a jugar. Había una parte de pasto y otra de arena. Ibamos a un aserradero, no sé cómo se dice aquí, cogíamos la madera para hacer la portería y a jugar. La verdad es que lo recuerdo siempre como algo muy lindo. Me sentía la persona más feliz del mundo.

¿No necesitaba más?

No. ¡Para qué! ¡Buaff! ¡Tremendo, tremendo! Y cuando llovía, mejor todavía... El barro, tirarse a por la pelota...

¿Se sentía ya jugador?

¡Claro! Nosotros, por ejemplo, en esos partidos en Rivera nos poníamos nombres de jugadores.

¿Y quién era usted?

Yo era Ronaldinho. De pequeño era siempre Ronaldinho. Era algo muy lindo, disfrutabas por jugar, lo que mas te gustaba, sin ninguna presión. No, no jugaba de central. Me gustaba estar más arriba, hacer goles, ir al ataque.

¿Cómo le descubre Huracán?

Ya desde pequeñito, con 8 o 9 años, siempre tuve ofertas para irme a la capital para probar con algunos equipos. Fui a Danubio, también a Nacional y luego a Peñarol. Pero mi madre no me dejaba quedarme allí. Siempre me decía lo mismo: ‘Eres muy chiquito, tienes que estudiar, luego ya se dará el momento de ir a la capital’ Yo, claro, me quedaba triste y le preguntaba: ‘Entonces, ¿por qué me dejas ir a probar si luego no me permites quedarme?’.

Y, al final, acaba jugando en Rentistas. Pero pasó una prueba y no le quisieron fichar.

Yo estaba entonces en quinta categoría y me hacen la prueba con el equipo de cuarta. Jugué solo 10 minutos y el técnico me dijo: ‘No te quedas, ya tengo el plantel cerrado’.

¿Qué pensó?

Tuve una gran decepción, un disgusto tremendo. Pensé: ‘Mi sueño se ha terminado’. Estaba muy triste. Yo estaba solo en un apartamento en Montevideo. No le quise decir nada a mi madre. Lo guardé todo para mí.

¿Qué cambió?

Tras decirme que no, Diego Ospitaleche, que era mi agente entonces, llamó a un directivo para decirle lo que había pasado. Luego, me llamaron a mí. ‘Ven mañana a jugar en tu categoría, en quinta. Ven a probar acá de nuevo’.

¿Y?

Fui a la prueba, me pusieron 15 minutos, marqué un gol de cabeza y ganamos el partido amistoso. Entonces, me dicen: ‘Ya te quedas con nosotros’. Luego, cogí el teléfono para llamar a casa: ‘Mamá, me quieren, me quedo en Rentistas’ No quise darle la mala noticia. Algo así me ocurrió cuando me dieron la oportunidad de jugar en Primera.

Ya era central entonces.

No, no... Cuando subí a Primera jugaba de medio, de enganche, de pivote... Pero en la pretemporada se lesionaron dos defensas y se me acercó Sergio Cabrera, el entrenador, para decirme: ‘Te voy a probar ahí atrás, ¿vale? Creo que esta es tu posición, vas a rendir seguro’.

¿Usted qué pensaba?

Yo decía: ‘Ehh, a mí me gusta hacer goles!’. Pero, al final, fue una decisión muy correcta de Sergio porque me empezó a gustar. Él creía que yo podía llegar lejos. Luego, pude irme fuera porque recibí oferta de clubs de Argentina y Brasil. Pero escogí Boston. Sí, es verdad. No pasé por Danubio, ni por Nacional o por Peñarol. A veces, en los equipos chicos dan más opciones a los jóvenes.

¿Creía que llegaría tan lejos?

Es algo que no puedes imaginar. Siempre jugué con gente mayor que yo y eso me ha ayudado bastante. En Rentistas, tenía a Jadson Viera y Deivis Varone, eran los dos capitanes, los dos centrales. Yo solo tenía 17 años. Me daban consejos sobre el fútbol y la vida. Viera me pasaba a buscar por casa para ir al entrenamiento. Pasamos momentos duros allí. No nos pagaban no teníamos sueldo. Tanto Jadson como Deivis me ayudaban en lo que necesitaba. Ya fuera en la comida o en otras cosas. Pasé momentos muy duros en el apartamento y ellos siempre estaban ahí.

¿Ha vivido el lado oscuro del fútbol?

¡Síí! Pero tanto mi familia como yo somos unos batalladores. En casa, a veces, nos faltaba para tener zapatos y había días en que también teníamos poco para la comida. Me acuerdo de uno en que solo teníamos pasta y mayonesa para comer con mi madre. También recuerdo que no tenía zapatos para jugar a fútbol y mi madre se metía, no sé cómo se dice acá, a sacar cuotas para conseguirlos. A veces, se demoraba ocho o nueve meses sin pagarlos, pero yo tenía mis zapatos. Es un esfuerzo muy grande el que hicieron mis padres, siempre les estaré agradecido. Y ahora resulta que yo tengo contrato con Nike. Eso me hace muy feliz, pero no olvido los momentos duros de Montevideo.

¿Qué ocurrió allí?

Hasta que no fui profesional me daban 500 pesos para el autobús y me sobraban 200, que deben ser unos 10 euros acá. El canasto con la comida me lo mandaban mis padres desde Rivera una vez al mes. Con eso, me mantenía. Pero hubo un momento en que faltaba comida. ¡O comía mucho! ¡O faltaba! Entonces, pasé semanas muy malas comiendo solo lo que había. Por eso, estoy tan agradecido a Dios y al fútbol por tener ahora mis cosas y poder ayudar a mis padres.