Se acabó la jerarquía y el gobierno de los jugadores. O eso, al menos, pretende gritar Joan Laporta, el nuevo presidente del Barça, que empezó a colocar el epitafio de un ciclo ya acabado hace un par de años —todo se destruyó en Anfield—, aunque Bartomeu eludió acometerlo hasta dejarlo explotar en sus propias manos con el 2-8 de Lisboa. Messi es el único que no se toca. Solo hay dinero para intentar renovar al capitán (Neymar ya firmó por el Paris SG y Haaland es fruta prohibida) porque los demás, incluidas las vacas sagradas, tienen la puerta abierta de salida en un mercado pandémico, con la dificultad que implica cualquier revolución de esta magnitud.

Pero Laporta, sin avisar previamente a la plantilla, activó el botón nuclear. Sin dinero y sin un plan, al menos hasta ahora, visible. No dio nombres Laporta. Ni puso el foco exclusivamente en Koeman, colocado bajo sospecha después del “incomprensible”, esa fue la palabra escogida por el presidente, desplome en la Liga, con solo cinco puntos de 15 posibles tirando cualquier opción de aspirar al doblete. Pendiente la continuidad del técnico neerlandés de un finísimo hilo, a no ser que el dirigente de un giro a su idea inicial. Más bien, amplió Laporta la mirada para orientar la luz hacia los futbolistas que han visto desfilar a tres entrenadores (Valverde, Setién y Koeman) en solo 16 meses, manteniéndose el mismo y grave defecto estructural que ha transformado al Barça en un equipo perdedor. Solo le ha alcanzado para ganar una Copa en dos años. Y gracias.

“A partir de la semana que viene iréis viendo una serie de decisiones para tener un equipo más competitivo”, anunció Laporta, horas después de que L’Esportiu revelara que Goldman Sachs está dispuesta a inyectar 500 millones de euros para proporcionar respiración artificial y pagar facturas de forma inmediata.

En esa “serie de decisiones” busca Laporta airear el viciado aire de un vestuario, al que Bartomeu no se atrevía ni a pisar. El nuevo presidente sí lo ha hecho en estos dos meses, aunque esa relación con la plantilla se haya erosionado en las últimas semanas tras finiquitr el ciclo, exigiéndole primero que rebaje su salario —es la más cara del mundo— presionado para que salga. Por las buenas o por las malas, aferrados los jugadores a los largos contratos suscritos justo antes de las elecciones: Piqué (2024), Ter Stegen (2025), De Jong y Lenglet (2026).

Enterró el ciclo Laporta, sin despedir aún a Koeman, mientras busca entrenador en una lista con muchos matices. Va de la triunfadora corriente alemana, con Nagelsmann (Leipzig), que siempre fue uno de sus preferidos, pero el Bayern Múnich pagó 25 millones de euros para llevárselo. Pensó luego en Klopp (Liverpool) y hasta en Flick, que renunció al club bávaro tras conquistar el sextete, pendiente de sellar su firma como nuevo seleccionador alemán. No falta la clásica mirada a Holanda con Ten Haag (Ajax) ya que en casa no le convence García Pimienta. Y tampoco ve aún a Xavi.

En el 2003, el único precedente que se tiene de un escenario apocalíptico tras un lustro en blanco, Laporta echó a Antic, quiso fichar a Koeman y Hiddink, pero no pudo. Tampoco tenía un euro. Y se conformó con Rijkaard, un técnico tan novel como inexperto, marcado por el fracaso tras descender a Segunda con el Sparta de Rotterdam. Echó a 15 jugadores, fichó a Ronaldinho y activó el círculo virtuoso con la autoría intelectual de Cruyff en la trastienda y de Txiki Begiristain, el secretario técnico, en el día a día. Hasta dos equipos campeones construyó Txiki en tan solo siete años; el del 2003 y el del 2008, cuando Guardiola echó a Ronaldinho, Deco y Etoo, pese a que éste se quedó un año más.

Ahora, Laporta es el más cruyffista de los tres que han diseñado la hoja de ruta del nuevo ciclo. Diríase que el único de una estructura deportiva que fusiona, de momento, lo nuevo con lo viejo: Mateu Alemany, nuevo director de fútbol, y Ramon Planes, secretario técnico con Bartomeu. Obligados a buscar entrenador, liquidar la segunda unidad y desencallar el conflicto con las vacas sagradas, mientras llegan fichajes low cost (Eric García, Depay y Kun Agüero). Al final, el Ronaldinho del 2021 debe ser Messi. No hay más en en un tenebroso escenario de reconstrucción porque el lujoso y carísimo álbum de cromos que compró Bartomeu no ha servido de nada.