El Manchester City llega hoy no solo a su anhelo de principios de curso, sino al lugar donde suspira por estar desde hace casi una década. En septiembre del 2012 aterrizó en el club Ferran Soriano, con Txiki Begiristain como escudero y la firme intención de llevar a los celestes a lo más alto del panorama continental. El trayecto incluía a Pep Guardiola, capitán de nave soñado para dotar a los celestes de una sofisticación superior. Por el camino les tocó esperar, y apostar por Manuel Pellegrini. La persistencia dio sus frutos. La última entrega la pueden recoger hoy en Oporto. Lo consigan o no, al menos saben que el técnico seguirá en Manchester, según aseguró ayer mismo.

Guardiola regresa a una final de Champions tras una década de ausencia, un camino por el que han pasado muchas cosas. No es el mismo entrenador que en el 2009 contagió a su plantilla con un vídeo motivacional antes de pisar el Olímpico de Roma. Bien conocido fue su impacto en los primeros minutos del choque, relatado por los protagonistas. Actualmente, Pep transmite la naturalidad de quien sabe dónde está.

“Hay que preparar la final, soñarla, pensarla y vivirla», reflexionó en la previa, en declaraciones a TNT Sports. En esto le ha ayudado sin duda Juanma Lillo. El técnico vasco, actual asistente del Manchester City y una de las claves que han encontrado en el club para satisfacer a Guardiola, ha dado con la fórmula para complementar y controlar la intensidad con la que vive el preparador de Santpedor. Fuentes cercanas al banquillo del City reconocen uno de los episodios más señalados durante el camino hacia la final.

Se acercaban los cuartos de final, techo de cristal del City de Pep en Champions hasta este curso. El Borussia Dortmund de Haaland era el rival, e internamente era evidente en el entorno del catalán la transcendencia con la que afrontaba el choque. En los días previos, entre el chascarrillo y el autocontrol, Juanma Lillo retó a Pep: “A ver si eres capaz de hacer todas las charlas a la plantilla sin decir la palabra Champions League”. Guardiola lo tomó a risa, consciente de la triquiñuela de Lillo, y aceptó la apuesta. A los pocos días, el entrenador vasco dio otro giro de tuerca: “A ver si ahora eres capaz de no mencionar Haaland”. Entre las bromas del staff, Pep Guardiola cumplió de nuevo la promesa. Desde el club solo pueden alabar la labor de Lillo en el club.

“Juanma tiene una gran capacidad para analizar el juego, pero también otra gran virtud: nunca habla mal de nadie. Siempre ve las cosas buenas de los demás, y eso me ayuda mucho. Yo siempre soy más negativo en según qué cosas, y él consigue darle la vuelta. No sabes el regalo que es eso”, confesó Guardiola a DAZN. El City se cargó al Dortmund y a la barrera mental de los cuartos de final. Allí se abrió un nuevo horizonte. Esperaba el Paris Saint-Germain de Neymar y Mbappé, pero la serenidad y lucidez de Guardiola, que apeló al salid y disfrutad de Cruyff en la rueda de prensa previa a pisar París, conjuró a los celestes para tumbar a los franceses.

Le acompañó también la fortuna en los momentos claves. Lo sabe como nadie Pep Guardiola, que ganó unas semifinales registrando un solo tiro a puerta en Stamford Bridge y perdió otras, también contra el Chelsea, pese a completar 47 intentos. Así es la Champions League.

El destino hoy le vuelve a poner contra los blues. Este Chelsea, sin embargo, es muy distinto, sustentado por el sello del brillante Tomas Tuchel que ha ganado ya dos veces a Pep en Inglaterra. El germánico no ha escondido nunca su admiración por Guardiola. Se conocieron en persona cenando en el Schumann’s Bar de Múnich. Cuentan que la sobremesa duró cuatro horas, con ambos simulando movimientos y tácticas con vasos y cubiertos. Hoy a su disposición no tendrán copas de vino, sino varios de los mejores jugadores del mundo. Ni les esperará algún camarero alemán, con la cuenta en la mano, sino que lo hará la orejona, el santo grial del fútbol europeo, esperando que alguno de estos genios tácticos la levante al cielo de Portugal.