El 11 de octubre de 2020 Rafael Nadal salió de la Philippe Chatrier con la Copa de Los Mosqueteros en su mano. Ese día le dio una lección a Novak Djokovic (6-0, 6-2 y 7-5). Ayer, 233 días después, volvió a pisar la pista central de Roland Garros con la misma solvencia para apuntarse la primera victoria de una carrera a siete partidos en busca del 14º título en París y el 21º Grand Slam de su carrera. Su primera víctima, la 101 en esta pista mágica, fue el australiano Alexei Popyrin por 6-3, 6-2 y 7-6 (7-3).

También debutó con solvencia Novak Djokovic en el partido que cerraba la jornada nocturna para imponerse al estadounidense Tennys Sandgren por 6-2, 6-4 y 6-2. El número 1 tampoco quiso ningún tipo de sorpresas en su debut en la Phlippe Chatrier de donde se había marchado con mal recuerdo siete meses atrás.

Rafa Nadal sabía cómo afrontar “un rival incómodo” como el gigante australiano, de 21 años y 1,96 metros de altura, número 63 mundial, al que ya había ganado en Madrid (6-3 y 6-3).

Un pegador, el estilo de las nuevas generaciones, con un misil de saque y potentes golpes planos. Le aguantó la salida hasta el 3-3, pero en cuanto le hizo el break (5-3), el australiano se vino abajo cediendo siete juegos de corrido hasta el 4-0 del segundo set.

Dos ‘set balls’ en contra

“No era un rival cómodo para empezar. Popyrin tiene un gran potencial y capacidad de atacar. Ha sido importante el primer break porque me ha permitido escaparme en el marcador y jugar más tranquilo”, valoraba el tenista balear, que en el tercer set pasó apuros cuando Popyrin le rompió por primera vez el servicio (5-2) y dispuso de dos set balls para arrebatarle la tercera manga.

Pero Nadal reaccionó y superó la situación para remontar el marcador y forzar un tie break con el que cerró el partido tras 2 horas y 26 minutos. Una buena prueba de que está en el buen camino de cara al reto marcado en su agenda en rojo en la final del 13 de junio.

Un camino aún largo y con una posible semifinal contra Djokovic, un periplo que quedó un poco más despejado con la eliminación del Andrei Rublev (7º mundial y su verdugo en Montecarlo), al que podía haberse enfrentado en cuartos pero que cayó ante el alemán Jan Lennard Struff por 6-3, 7-6 (8-6), 4-6, 3-6 y 6-4.

Su próximo rival, el jueves, cuando el manacorí cumplirá 35 años, será Richard Gasquet. Un viejo viejo conocido de generación, eterna promesa francesa.

La jornada tuvo un final emotivo con Carla Suárez de protagonista, que reaparecía en Roland Garros después de superar un linfoma de Hodgkin. Un regreso que pudo tener un premio mayor para la tenista canaria, que estuvo a dos puntos con 5-4 y saque para derrotar a la estadounidense Sloane Stephens. Pero tras dejarse el alma en una dura batalla de 2 horas y 24 acabó perdiendo por 3-6, 7-6 (7-4) y 6-4.

Poco premio

Stephens no era una rival fácil, finalista en Roland Garros en 2018 y campeona del Abierto de Estados Unidos en 2017, aunque ahora no está en su mejor momento, situada en el puesto 59 del ranking mundial. Pero mucho menos estaba preparada Carla Suárez, que había jugado su último partido en Doha en 2020, ya hace 15 meses, ante la checa Karolina Pliskova.

Carla se apuntó el primer set, marcando ritmo con esa buena mano de su tenis. No parecía que venía de superar un cáncer. Pero al final el cansancio agarrotó su brazo derecho y sus piernas sin poder evitar las lágrimas de una derrota que merecía otro premio mejor.