El entrenador de Ariarne Titmus se volvía loco en las gradas del centro acuático de Tokio y no era para menos. La australiana acababa de batir en el cuerpo a cuerpo a Katie Ledecky para proclamarse campeona olímpica de 400 libres. Una carrera de esas que quedarán para la historia, como aquel 200 libres de Atenas 2004 con Ian Thorpe, Pieter van de Hoogeband y Michael Phelps; o la de Londres 2012 en la que Chad le Clos acabó con la imbatibilidad en 200 mariposa del Bala de Baltimore. También era la primera derrota olímpica de la estadounidense, que en Río 2016 había arrasado con cuatro títulos. Titmus ya le había ganado en el Mundial y estaba avisada. Esta vez no pudo culpar al ataque de un virus, como hizo en 2019, porque se vació y rayó a su mejor versión, pero la de la nadadora aussie fue todavía mejor. Cada una con su estrategia, vigilándose, brazada a brazada en un último largo en el que Titmus lanzó su ataque. Se resistía a ceder la americana, enfundada en su traje de barras y estrellas. Pero su rival le arañaba metro a metro hasta tocar primera la pared y además quedarse a dos décimas del récord del mundo. Se puede consolar Ledecky que por lo menos lo ha conservado.

Era el primero de los duelos que se esperan en Tokio. Quizás el más igualado. El del 200 se decanta para Titmus, con más velocidad. Y el de 800 para Ledecky, sin piedad según pasan los largos. Esas diferencias entre ambas hacían del 400 una prueba impredecible y que enfrentaba a dos tácticas contrapuestas. La de la estadounidense era tirar, tirar y tirar para intentar por un lado desgastar a su oponente y por otro, llegar a los últimos cien metros con la suficiente ventaja, consciente de que la australiana es más rápida. Pero Titmus también nadó con inteligencia. Sabía que ese era el objetivo de su rival, no se cebó, aguantó los primeros 200 metros a medio segundo, controlando que no fuera a más la diferencia, porque entonces, por muy rápida que sea, ya sería insalvable. Se empezó a acercar a ella en el viraje de los 250, en el de los 300 ya la tenía prácticamente encima y la final tenía cada vez más un color amarillo. Ledecky, de 24 años pero ya en sus terceros Juegos, es humana. Y Titmus, de 21, se lo recuerda cada vez que sus caminos se entrelazan.

Ledecky, enrabietada

No le gusta perder a Katie Ledecky, un animal competitivo, como casi todos los estadounidenses, que en eso, y en otras muchas cosas, son los mejores. La primera derrota en los Juegos Olímpicos le dejaba con una sonrisa media forzada, de circunstancias, que menos mal que en el podio iba con mascarilla. Pero la alumna de la universidad de Standford respondió donde tenía que hacerlo, en la piscina. Llegaron las eliminatorias de la tarde —por mandatos de la televisión estadounidense se invirtió el orden, con las finales por la mañana para que coincidan con el prime time en Norteamérica— y pasó como un huracán. Afrontaba dos, la de 200 libres y la de 1.500. Le hubiese valido con conservar y asegurar en ambas para pasar a semifinales en una y a la final en otra. Pero marcó terreno con la mejor marca en el hectómetro y mucho más en la prueba larga con el récord olímpico. Eso se llama pasar página. Y mandar un aviso. Hace falta mucho más para darla por acabada.

En los 1.500 libres también participaron Mireia Belmonte y Jimena Pérez. Compañeras de entrenamiento, se quedaron lejos de la final. La campeona en Río no estuvo tan inspirada como en 400 estilos. O quizá le faltara gasolina para una distancia tan exigente. Había que bajar de 16 minutos para meterse entre las ocho mejores —el corte fue 15.58.96—. Belmonte había nadado este año en 16.02. Sobre el papel, no estaba tan lejos. Pero cuando se cumplió el ecuador de la prueba, momento en el que ella empieza su particular remontada para acabar nadando en negativo —más rápida la segunda parte que la primera—, se quedó sin cambio. Finalmente, 16.11.68 para ser decimoquinta. Pérez se fue a los 16.15.99, decimoctava con peor registro que hizo María de Valdés, la nadadora andaluza afincada en A Coruña, para ser quinta en el Europeo (16.14.77) y cerca también de los 16.19.92 con los que la coruñesa Paula Otero fue bronce continental júnior.

Primer oro de Dressel

El que comenzó su carrera imperial hacia los siete oros y ser el rey de los Juegos fue Caeleb Dressel, campeón con el relevo estadounidense en los 4x100 libres. El gigante de Florida se tiró en la primera posta. En 25 metros ya le sacaba medio cuerpo al resto de competidores, todos de primer nivel mundial, tras una salida brutal. Le costó más terminar y ojo porque en la prueba en línea tendrá a Kyle Chalmers para apretarle hasta el último metro. Era su primera toma de contacto. A partir de las 12.00 de hoy, la segunda con las eliminatorias del hectómetro. En la jornada destacó el título del británico Adam Peaty en 100 braza, de momento el único que ha podido retener la corona de Río ya que Sarah Sjostrom, todavía en recuperación de la rotura de codo que sufrió en febrero, se quedó fuera del podio y cedió la suya de 100 mariposa a la canadiense Margaret MacNeil.