El día de Año Nuevo, Xavi Hernández levantaba la voz con una amarga queja: "Si con 17 bajas no se suspende el partido, es una locura". Protestaba el entrenador del Barcelona por la decisión de no aplazar el encuentro que iba a enfrentar a su equipo contra el Real Mallorca un día después. Un duelo al que el conjunto azulgrana llegaba con nueve futbolistas confinados (que pasaron a ser siete en horas) por Covid-19.

Ese mismo día, apenas unas horas antes, el teléfono rojo de la Liga ACB volvió a sonar, como lleva haciendo con insistencia estas dos últimas semanas. La llamada llegaba de Zaragoza e informaba de un caso positivo en su plantilla tras las pruebas realizadas. Dado lo excepcional del día, sábado y festivo de primer orden, el club aragonés no disponía de tiempo material para realizar una nueva ronda de test PCR a jugadores y técnicos que descartara más contagios. Ante tales circunstancias, la ACB decidió suspender el partido que enfrentaba al Casademont un día después contra el Unicaja en Málaga.

Sirven estos dos ejemplos, prácticamente coincidentes en el tiempo, para constatar las severas diferencias en los protocolos establecidos por las principales ligas de fútbol y baloncesto de España a la hora de suspender partidos por cuestiones relativas al Covid-19. El reflejo amplificado fue que este fin de semana se disputaron todos los partidos de fútbol programados en Primera y Segunda, mientras todos los de la Liga ACB quedaron suspendidos, incluido el clásico Barcelona-Real Madrid. Una jornada completa frente a una 'no jornada'.

Proporción similar

Por descontado, las diferencias no radican en un impacto muy diferente el Covid-19 en ambos deportes. Aunque las cifras son solo orientativas, ya que es imposible realizar un recuento exacto, se estima que alrededor de 100 jugadores y técnicos de Primera han llegado a estar contagiados de forma simultánea esta última semana, mientras que en baloncesto la cifra puede rondar los 50 o 60. Dado que en el fútbol las plantillas y cuerpos técnicos son alrededor del doble que en el baloncesto, la proporción es similar.

La razón de estas dos realidades tan dispares es meramente protocolaria. Es decir, tiene que ver con las reglas que los propios clubes, a través de LaLiga y la Liga ACB, se han dado a sí mismos (en coordinación con las autoridades pertinentes) para suspender partidos por razones sanitarias. Mientras que en fútbol se ha optado por un protocolo rígido que solo autoriza aplazamientos en situaciones extremas, en baloncesto se han decantado por uno mucho más conservador y flexible a cada caso y a sus circunstancias.

Desde que arrancó la pandemia, solo se han suspendido dos partidos de LaLiga por motivo del Covid-19, ambos en Segunda. Uno de ellos fue el archifamoso Deportivo-Fuenlabrada que cerró la temporada 2019/20 y el otro el Lugo-Almería previo a Navidad, después de que el club gallego anunciara la existencia de un brote que afectaba a 23 personas y obligaba al confinamiento de otras 27.

Trece jugadores

Desde la pasada temporada, el protocolo de la competición que preside Javier Tebas dicta que los partidos podrán jugarse siempre que los dos equipos tengan disponibles a 13 jugadores y al menos uno de ellos sea portero. Esa cifra incluye a jugadores de equipos filiales, si bien al menos cinco de ellos deben tener ficha del primer equipo.

Hasta hace unos días, cada club solo podía aplazar un partido en toda la competición por motivos sanitarios, una norma recientemente modificada dado el impacto de la variante ómicron: podrán ser dos desde ahora hasta el 1 de marzo. A partir de entonces, apelando a las apreturas del calendario, quien no pueda jugar un partido con un brote masivo de Covid-19 perderá los puntos de ese choque.

El escenario es radicalmente distinto en la Liga ACB, donde ya la temporada pasada se aplazaron alrededor de 40 partidos y donde en este momento hay 16 partidos pendientes de disputarse, entre ellos los nueve de la jornada fijada para el pasado fin de semana. El protocolo básico pactado por los clubes es que cada equipo debe tener a nueve jugadores aptos. En caso contario, la ACB suspende de oficio el partido salvo que el club solicite lo contrario, bien sea porque acepta jugar con menos efectivos o porque accede a completar su plantilla con jugadores de equipos filiales o asociados.

Entrenadores

Otro punto diferencial de este protocolo es que no se jugarán los partidos si tanto el primer como el segundo entrenador están confinados por Covid-19, mientras que en LaLiga no se hace referencia alguna a los cuerpos técnicos. La idea, en ambos casos, es garantizar que los partidos se disputan con unas garantías mínimas de calidad, sin que el nivel de la competición se resienta.

Ahora bien, y volviendo al principio, si este es el protocolo, ¿por qué se suspendió el Casademont Zaragoza-Unicaja por un solo positivo en el cuadro aragonés? Porque la ACB ha optado por ser flexible y por aplazar partidos ante cualquier mínimo riesgo de contagio. En el baloncesto español hablan de "normalizar y desdramatizar las suspensiones". Ese choque, por cierto, se jugará este mismo martes después de que no hayan aparecido más contagios en las filas mañas.

Otro ejemplo de esta manga ancha con el protocolo fue el Zaragoza-Baskonia del pasado viernes. El encuentro estaba previsto para las 19.00 horas, pero el positivo del entrenador baskonista, Neven Spahija, provocó que el resto de la expedición tuviera que someterse a un nuevo PCR. Dado que los resultados no iban a llegar a tiempo, el partido se pospuso hasta las 22.00 horas. Entonces sí, sin más positivos en las filas vitorianas, el choque se jugó.

Ajustes de calendario

También tiene flexibilidad de la ACB para reajustar el calendario sobre la marcha en función de las circunstancias sanitarias de cada equipo. Para este martes estaban previstos un Barça-Manresa y un Joventut-Madrid, pero dado que los dos conjuntos locales no están en condiciones de jugar, la patronal ha optado por adelantar el Manresa-Madrid que debía jugarse el fin de semana, que será cuando se jueguen (en principio) los dos duelos aplazados. En el alero queda el Barça-Joventut que también tenía que disputarse el fin de semana.

El problema de esta política de la Liga ACB de suspender partidos a la mínima es, claro está, los estragos que causa en el calendario. A corto plazo, lo más apremiante para la competición es determinar qué ocho equipos estarán en la Copa del Rey de Granada, entre el 17 y el 20 de febrero. La ACB ha decidido ampliar hasta el 30 de enero el plazo para que se jueguen todos los partidos de la primera vuelta, los que fijan quién se clasifica.

En la patronal confían en que en este mes dará tiempo a jugar todos los partidos aplazados, pero saben que el Covid-19 puede aumentar el número de suspensiones y cuentan con un plan b en el reglamento. Si no fuera posible, los ocho mejores se decidirán en función de su porcentaje de victorias, al margen de los partidos que hayan jugado cada uno de ellos. Una fórmula que ya se vieron obligados a utilizar el curso pasado.