Pekín inauguró sus Juegos Olímpicos de Invierno. No es un logro menor en unos tiempos pandémicos que forzaron a Tokio a posponer los suyos y plantearse su anulación. El pebetero prendió en un contexto incómodo, con el coronavirus aún castigando al mundo y el ruido geopolítico opacando al deporte, pero la ceremonia dejó un clima de esperanza contra la pandemia y la hostilidad creciente entre bloques. Los Juegos se desarrollarán hasta el domingo 20 de febrero y Pekín se ha convertido en la primera ciudad en albergar unos Juegos de verano y de invierno.

La capital repitió el estallido olímpico 14 años después. Ahí estaba el Estadio Nacional de Pekín o Nido de Pájaro, un elegante ovillo metálico que ha dignificado la atonía arquitectónica del norte de la ciudad. Y estaba también la batuta del cineasta Zhang Yimou, el antiguo 'enfant terrible' y ahora a las órdenes del partido, para entregar otra ceremonia que aunaba los medios elefantiásicos que se le presuponen al anfitrión con la lírica. Una gota de tinta caída desde el cielo se agrandó hasta convertirse en un río del que emergieron los aros olímpicos. Con los fuegos artificiales, innegociables en China, había empezado una ceremonia que se alargó más allá de las dos horas.

No es casual que de la sesentena de etnias en China, una joven uigur fuera elegida para encender el pebetero. Fue la respuesta por parte del Gobierno al boicot diplomático de varias naciones occidentales: junto al atleta Zhao Jiawen fue la esquiadora de fondo Dinigeer Yilamujiang, de la minoría uigur de Xinjiang, quien puso la llama que iluminó el estadio. Ambos se acercaron a un gran copo de nieve y clavaron en su corazón la antorcha encendida. El copo se elevó entonces y quedó suspendido en el centro del estadio.

La ceremonia no empató, sin embargo, con la electricidad de la que organizó en los Juegos de 2008, y no es solo culpa del gélido invierno pequinés, que dejó la temperatura en el estadio olímpico en torno a los cinco grados cero. Los protocolos anticovid impidieron las gradas atiborradas, a las que esta vez sólo acudieron grupos invitados por las autoridades.

Los planes chinos de gestionar unos juegos olímpicos “normales” fueron arruinados por los rebrotes sucesivos, insignificantes en comparación con las magnitudes globales, pero inaceptables en un país grapado a la tolerancia cero. Primero renunció a los turistas extranjeros y después a la venta de entradas al público.

Las 60.000 personas relacionadas con los juegos convivirán las próximas semanas en un circuito cerrado de hoteles, medios de transporte y escenarios deportivos bajo estrictos controles, sin quitarse la mascarilla más que en comedores y dormitorios y con pruebas PCR diarias.  

Tampoco el palco de autoridades rivalizó en pompa con aquel. Faltaban los representantes de Estados Unidos, instigador de un boicoteo diplomático por las tropelías cometidas contra la etnia uigur, que fue seguido por Australia, Reino Unido y Canadá. India se sumó a última hora por los roces fronterizos y los estrictos requisitos para entrar en el país desincentivaron a muchos. Acudió una veintena de líderes, con Vladimir Putin en el centro de la escena, tras haber departido horas antes con Xi Jinping sobre Ucrania y otros asuntos peliagudos.

El ministro de Cultura y Deporte, Miquel Iceta, y el presidente del Comité Olímpico Español, Alejandro Blanco, capitanearon la delegación española en el palco, mientras los catalanes Ander Mirambell (skeleton) y Queralt Castellet (snowboard) portaron la bandera en el tartán.  

Las alusiones a la paz integran la liturgia de los parlamentos olímpicos y el contexto geopolítico aconsejó no escatimarlos. Primero intervino Cai Qi, presidente del Comité Organizador: “El movimiento olímpico significa permanecer juntos, salvar las diferencias y perseverar en la comprensión”. Le siguió Thomas Bach, presidente del Comité Olímpico Internacional, que aclaró que la rivalidad no está reñida con “la convivencia pacífica y llena de respeto”. También aludió a la ambición, el coraje y la fuerza que se espera del año del Tigre que está celebrando China. “Gracias a esta ambición, China alberga los Juegos de invierno. Desgraciadamente la pandemia mundial sigue siendo una realidad, y por ello nuestro agradecimiento es aún más profundo. Gracias por hacerlos realidad de una manera segura”, dijo. Xi Jinping declaró abiertos los Juegos con su aplomo y solemnidad acostumbrados.  

Grecia, país cuna del olimpismo, abrió el desfile y, como mandan las normas, lo cerró la numerosa delegación local. Por lo demás, las 91 delegaciones participantes aparecieron por El Nido en función de cómo se escriben sus países en chino, desde Turquía hasta Italia.

Desfilaron al frente de sus equipos ilustres deportistas como la gran capitana de la selección canadiense de hockey, Marie-Philip Poulin, dos veces campeona olímpica y una subcampeona; o el finlandés Valtteri Filppula, ganador de la Stanley Cup en la NHL; también el esquiador británico Dave Ryding, que este año estrenó su palmarés en Copa de Mundo, o la francesa Tessa Worley, doble campeona del mundo de eslalon gigante.

Ante el equipo alemán portaron la bandera el piloto de bobsleigh Francesco Freidrich y la patinadora de velocidad Claudia Pechestein, que en estos Juegos se convertirá en la primera mujer en competir en ocho ediciones de invierno. Tienen, respectivamente, dos y ocho medallas olímpicas.

Los Juegos contarán con 109 pruebas en 15 disciplinas que se disputarán en Pekín y las sedes de Yanqing y Zhangjiakou, a las que se llega desde la capital tras un agradable viaje en tren. Sorprendió que Pekín opositara al evento, por la escasa nieve que ha caído en los últimos años en la capital y la aún más escasa tradición de deportes de invierno. Desde que fuera elegida, China se lanzó a la construcción de pistas en anodinos pueblos montañosos y el esquí ha calado en la pujante clase media. Los pronósticos del sector hablan de 300 millones de turistas en las instalaciones de nieve esta temporada y unos ingresos de más de 300 mil millones de dólares. Es improbable, sin embargo, que la reciente fiebre le permita repetir 14 años después el primer puesto en el medallero.

Ante los atletas reunidos en el estadio, Thomas Bach, aseguró que los Juegos de Pekín abrirán "un nuevo capítulo en la historia del deporte" y llamó a los dirigentes mundiales a "dar una oportunidad a la paz" respetar la Tregua Olímpica mientras dure la competición. "Vosotros, deportistas olímpicos, vais a mostrar cómo sería el mundo si todos nos respetásemos mutuamente y con las mismas reglas", indicó el dirigente olímpico. "En nuestro frágil mundo, en el que imperan la división, el conflicto y la desconfianza, nosotros mostramos al mundo que, sí, es posible ser enconados rivales y al mismo tiempo vivir en paz y con respeto", añadió.