Derbi elevado a la enésima potencia. CD Tenerife y UD Las Palmas reeditan por sextuagésima séptima vez el duelo canario por antonomasia. Si ya de por sí fue siempre un envite pasional, carnaval de colores, efervescencia y altas emociones, el que este miércoles comienza en el Heliodoro ofrece todos los ingredientes y condicionantes para convertirse en uno de los choques de mayor relevancia de la historia del fútbol isleño. Alto voltaje, máxima tensión.

Se abusó siempre del término 'histórico' pero esta vez no hay margen para exageraciones. Ni tiempo para distracciones. El equipo que venza irá lanzado hacia el ascenso y se ubicará a solo dos partidos más (los de la última eliminatoria) de aterrizar otra vez en el olimpo del fútbol; el que caiga derrotado, anticipará forzosamente sus vacaciones, se quedará en Segunda y abrirá una herida difícil de suturar.

El clásico vuelve con más fuerza que nunca. Lo hace a ida y vuelta, a 180 minutos (o 210 si hubiera prórroga), trayectorias opuestas de sus protagonistas y locura a dos velocidades. La inercia fulgurante de Las Palmas le hace favorita -también su puesto en la clasificación y la certidumbre de que en caso de empate saldría victoriosa- y la tendencia decadente del Tenerife en las últimas jornadas le sitúa en un escenario idóneo para sorprender. Como le gusta a Ramis, su gran líder, motivador y garante del 'fútbol de hormigón' que ha traído a los blanquiazules a su primera promoción desde 2017.

Será también un duelo de estilos, pues hace el Tenerife de la defensa un arte; y Las Palmas, del juego de toque su gran virtud. Se enfrentarán sobre el verde grandísimos futbolistas -hay nombres propios llamados a llegar pronto a Primera- y en los banquillos dos técnicos a los que se les adivina recorrido largo y exitoso. Pero es, sobre todo, un partido de aficiones. Las grandes colas de las últimas fechas aseguran dos ambientes de gala (miércoles y sábado), una atmósfera prendida desde el minuto uno y un archipiélago entero pendiente y a la espera de descorchar este derbi doble, con todo.

No hay ni punto de comparación con clásicos de otras latitudes. Están las aficiones separadas por el mar; y con motivo del clásico convergen, pero sin fundirse. A un lado, los chicharreros, queriendo para sí reverdecer laureles, reeditar tiempos añorados como los de la UEFA y reivindicar el papel protagonista que tuvieron cuando las dos ligas que se dejó el Madrid; al otro, los amarillos, herederos del fútbol de calle y defensores a ultranza de la cantera, que llevan otra vez por sello y bandera.

Todo a velocidad de vértigo y sin tregua de ningún tipo, vienen uno tras otro cuatro días para soñar con el ascenso a Primera y con la victoria ante el acérrimo enemigo, además íntimo vecino. Premio doble para un duelo total. El derbi más importante de la historia tiene fecha, hora, protagonistas, cartel preparado de "No hay billetes", duelo de estilos, aficiones entregadas y el marco perfecto de la fase de ascenso para lucir y brillar con luz propia. En toda España. Falta lo esencial. Se busca ganador, un equipo que salga disparado hacia la gloria; y que se adjudique por largo tiempo el reinado y hegemonía de Canarias. Reinar a este lado del Atlántico de donde salieron los Molowny, Martín Marrero, Guedes, Valerón, Silva, Pedro y Pedri. Huérfana de equipos en Primera, irrumpe Canarias con su derbi y su fútbol para reivindicar un sitio en la Disneylandia del fútbol.