Desde 2005 prácticamente cada año se repite la historia. Solo en 2009, 2015, 2016 y 2021 se ha visto a otro protagonista alzar al cielo la Copa de los Mosqueteros. Rafa Nadal lo hizo este 2 de junio de 2022 por decimocuarta vez. Es su 22º Grand Slam. Hace tiempo que se acabaron los calificativos, lo del balear es inenarrable. Casper Ruud no pudo ni toserle al Rey de la tierra batida parisina. 6-3, 6-3 y 6-0 en poco más de dos horas de encuentro.

Cuando hace 24 días Nadal abandonaba el Foro Itálico de Roma medio cojo no estaba ni claro que pudiera llegar a Roland Garros. Solo la lesión crónica en su maltrecho pie izquierdo le podía separar del hito que al final ha terminado consiguiendo. Jugando infiltrado para poder soportar el dolor, el espectáculo y la lección que ha dado en un nuevo Roland Garros pasará a los anales de la historia.

Le desafiaba en la Philippe Chatrier Casper Ruud, tenista noruego de 23 años formado desde 2018 en la Rafa Nadal Academy. Neófito en una final de Grand Slam –de hecho no había ni siquiera ni pasado de cuartos- el de Oslo se armó de valor para medirse a su mentor. Sin embargo, desde el principio sintió cuál iba a ser su destino. Solo la explosión de júbilo del público al entrar Nadal en pista ya fue todo un mensaje. Aquí se bancaba al balear.

Rafa quebró a las primeras de cambio el servicio de Ruud, que se benefició de una desconexión del manacorí a renglón seguido para contrabreakear. Dos dobles faltas le regaló el pupilo de Carlos MoyáNo estaba Nadal para complicarse más de lo debido la final, y de nuevo rompió el saque del noruego para mantener ya la renta hasta el final de la manga.

Las condiciones en la pista eran idóneas. Pese a que el día se levantó encapotado en París, el duelo empezó ya con el Sol luciendo en lo más alto y la única sombra en su juego fue la que a cuentagotas generaron los nubarrones que se cruzaban por el cielo francés. Sin mostrar su nivel más excelso ni su versión más óptima –esa sí la necesitó contra Djokovic en cuartos- el de Manacor desactivó al de Oslo, evitando que le golpeara con la derecha e insistiendo mucho con su revés, el golpeo menos bueno del escandinavo. El Sol, que corriese el aire –no como en las semifinales frente a Zverev bajo techo- permitió a Rafa jugar con las alturas, las direcciones y los efectos.

No aprovechó Nadal tres bolas de rotura al inicio de la segunda manga y cedió el cuarto juego para que Ruud se pusiera 1-3. Abortó rápidamente Nadal el conato de reacción de Casper y despejó todos los fantasmas. Enlazó cinco juegos consecutivos con tres breaks incluidos y repitió marcador del primer set.

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Se empezó a desesperar ahí ya Ruud, porque Rafa siempre pone una bola más en pista y el joven nórdico ya no sabía cómo hincarle el diente. Pocas derechas ganadoras pudo conectar. Para su desgracia, el epílogo al duelo fue el peor posible. Ni un juego le dejó apuntarse Nadal en el tercer parcial. El broche perfecto a la 14 de Nadal.